lunes, 22 de agosto de 2011

Monteagudo

Monteagudo, pensador de la Revolución


Nacido en Tucumán en 1789, estudio abogacía junto a Mariano Moreno y Juan José Castelli. Diseñó ideas que dieron sustento a la emancipación. San Martín adoptó sus conceptos más radicales.

Felipe Pigna. Historiador

Bernardo de Monteagudo nació en Tucumán el 20 de agosto de 1789, un mes después de que estallara en París la que pasaría a la historia como la Revolución Francesa. Estudió en Córdoba y luego, como Mariano Moreno y Juan José Castelli, en la Universidad de Chuquisaca (actual Bolivia) donde en junio de 1808 se graduó como abogado. Mientras Napoleón invadía España y tomaba prisionero al rey, Monteagudo escribía el "Diálogo entre Fernando VII y Atahualpa", una irónica sátira política en la que ambos monarcas se lamentaban de sus reinos perdidos a manos de los invasores. El 25 de mayo de 1809 fue uno de los promotores de la rebelión de Chuquisaca contra los abusos de la administración virreinal y a favor de un gobierno propio, que sería la chispa de la Revolución que estallaría un año después en Buenos Aires. La represión fue terrible y Monteagudo fue a dar con sus huesos a las mazmorras coloniales de las que pudo fugarse en noviembre de 1810 para ponerse a disposición del ejército expedicionario, que al mando de Castelli había tomado la estratégica ciudad de Potosí. El delegado de la junta, que conocía los antecedentes revolucionarios del joven tucumano, no dudó en nombrarlo su secretario. La dupla empezó a poner nerviosos por igual a realistas y saavedristas que veían en ellos a los "esbirros del sistema robespierriano de la Revolución francesa".

El Alto Perú tenía una doble connotación para hombres como Monteagudo y Castelli. Era sin duda la amenaza más temible a la subsistencia de la revolución y era la tierra que los había visto hacerse intelectuales. Fue en las aulas y en las bibliotecas de Chuquisaca donde Mariano Moreno, Bernardo de Monteagudo y Juan José Castelli habían conocido la obra de Rousseau y fue en las calles y en las minas del Potosí donde habían tomado contacto con los grados más altos y perversos de la explotación humana. Allí también se habían enterado de una epopeya sepultada por la historia oficial del virreinato: la gran rebelión de Tupac Amaru. Fueron los indios los que les hicieron saber que hubo un breve tiempo de dignidad y justicia y que guardaban aquellos recuerdos como un tesoro, como una herencia que debían transmitir de padres a hijos para que nadie olvidara lo que los mandones querían borrar para siempre. El 14 de diciembre de 1810, Castelli firmó la sentencia que condenaba a muerte a los enemigos de la revolución y principales ejecutores de las masacres de Chuquisaca y La Paz recientemente capturados por las fuerzas patriotas. Tras la ruptura unilateral de la tregua, el 20 de junio de 1811 el ejército español lanzó un ataque fulminante cerca de Huaqui. El desastre fue total. Pero aquellos hombres no se daban por vencidos. Quizás en aquellas noches de charlas interminables en los valles andinos haya nacido el plan político que los morenistas sobrevivientes a la represión expondrían en la Sociedad Patriótica, y es muy probable que Bernardo de Monteagudo haya esbozado las primeras líneas del proyecto constitucional más moderno y justo de la época y que publicaría en La Gaceta de Buenos Aires meses después. Allí decía el tucumano: "La obligación de los tribunos será únicamente proteger la libertad, seguridad y sagrados derechos de los pueblos contra la usurpación, el gobierno de alguna corporación o individuo particular". Castelli fue enjuiciado y obligado a bajar a Buenos Aires para ser juzgado por la derrota de Huaqui y por su conducta calificada de "impropia" para con la Iglesia católica y los poderosos del Alto Perú. Ningún testigo confirmó los cargos formulados por los enemigos de la revolución. La nota destacada la dio el testigo Bernardo de Monteagudo quien preguntado: "Si la fidelidad a Fernando VII fue atacada, procurándose inducir el sistema de la libertad, igualdad e independencia. Si el Dr. Castelli supo esto", contestó con orgullo en homenaje a su compañero: "Se atacó formalmente el dominio ilegítimo de los reyes de España y procuró el doctor Castelli por todos los medios directos e indirectos propagar el sistema de igualdad e independencia".

El 13 de enero de 1812 Monteagudo participó de la fundación de la Sociedad Patriótica y comenzó a dirigir su órgano de difusión, El Grito del Sud. La Sociedad Patriótica, junto a la recién fundada Logia de Caballeros Racionales (mal llamada Logia Lautaro) con San Martín a la cabeza, participará el 8 de octubre de 1812 del derrocamiento del Primer Triunvirato y la instalación del Segundo que convocará al Congreso Constituyente que conocemos como la Asamblea del año 13, en la que Monteagudo participará como diputado por Mendoza. Por aquellos días escribía en La Gaceta: "Si es posible reducir a un solo principio todas nuestras obligaciones, yo diré que la principal es emplear el tiempo en obras y no en discursos. El corazón del pueblo se encallece al oír repetir máximas, voces y preceptos que jamás pasan de meras teorías y que no tienen apoyo en la conducta misma de los funcionarios públicos". Al producirse la caída de Alvear, Monteagudo es desterrado. Residió en Londres, París y Burdeos. Pudo regresar al país en 1817 cuando San Martín lo nombró Auditor de Guerra del ejército de los Andes con el grado de Teniente Coronel. Tendrá el honor de redactar el Acta de la Independencia de Chile que firmará O'Higgins el 1 de enero de 1818. A comienzos de 1820, participó de los preparativos de la expedición libertadora al Perú colaborando estrechamente con San Martín quien lo nombrará, poco después de entrar en Lima, su ministro de Guerra y Marina y posteriormente ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores. Muchas de las medidas más radicales tomadas por San Martín fueron impulsadas por Monteagudo. Tras el retiro de San Martín luego de la entrevista de Guayaquil, Bolívar lo incorporó a su círculo íntimo y le confió la tarea de preparar el Congreso que debía reunirse en Panamá para concretar la ansiada unidad latinoamericana. Pero entre la gente más cercana a Bolívar había importantes enemigos de Monteagudo, como el secretario del Libertador, el republicano José Sánchez Carrió, que desconfiaba del tucumano porque lo creía un monárquico. La noche del 28 de enero de 1825 iba con sus mejores ropas a visitar a su amante, Juanita Salguero, cuando fue sorprendido frente al convento de San Juan de Dios de Lima por Ramón Moreira y Candelario Espinosa; este último le hundió mortalmente un puñal en el pecho. Según distintas versiones nunca confirmadas, el instigador del crimen fue Sánchez Carrió, quien poco tiempo después murió envenenado.
Terminaba así una vida intensa, la de uno de los más notables pensadores de la revolución, la vida de un hombre de pensamiento y de acción que había escrito: "Sé que mi intención será siempre un problema para unos; mi conducta, un escándalo para otros y mis esfuerzos, una prueba de heroísmo en el concepto de algunos. Me importa todo muy poco y no me olvidaré de lo que decía Sócrates: los que sirven a la Patria deben contarse felices si antes de elevarles altares no les levantan cadalsos".

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"No es posible quedarse a contemplar el ombligo de ayer y no ver el cordón umbilical que aparece a medida que todos los días nace una nueva Argentina a través de los jóvenes. No se lamenten los viejos de que los recién venidos ocupen los primeros puestos de la fila; porque siempre es así: se gana con los nuevos."

de

Pensamiento vivo

“La falsificación (de la historia) ha perseguido precisamente esta finalidad: impedir, a través de la desfiguración del pasado, que los argentinos poseamos la técnica, la aptitud para concebir y realizar una política nacional. Mucha gente no entiende la necesidad del revisionismo porque no comprende que la falsificación de la historia es una política de la historia, destinada a privarnos de experiencia que es la sabiduría madre.”
(...) “Pero se sigue adoctrinando sistemáticamente en la enseñanza de la historia para lo cual los réprobos son los que defendían la soberanía y los próceres los que la traicionaban para fines institucionales.”
(...) “Ese es el gran problema argentino: es el de la Inteligencia que no quiere entender que son las condiciones locales las que deben determinar el pensamiento político y económico.”

“El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza”
"Todos los sectores sociales deben estar unidos verticalmente por el destino común de la Nación (...) Se hace imposible pensar la política social sin una política nacional."

Arturo Jauretche

13 de noviembre de 1901 / 25 de mayo de 1974

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