lunes, 25 de julio de 2011

Roberto Arlt


1900: Según indica su partida de nacimiento, Roberto Arlt nació el 26 de abril de 1900, en la calle La Piedad 677, ubicada en el barrio San José de Flores, de la ciudad de Buenos Aires, a las once de la noche. Sus padres son Carlos Arlt y Ekatherine Iobstraibitzer. Ambos habían nacido en Europa. Su madre era de Trieste y hablaba el italiano, su padre había nacido en Posen (Prusia). En distintas oportunidades (veáse Autobiografías-link), el escritor modifica la fecha de su nacimiento, cambiando el día y el mes, y se agrega un segundo y hasta un tercer nombre: «Me llamo Roberto Godofredo Christophersen Arlt y he nacido en la noche del 26 de abril de 1900...» (Autobiografías humorísticas, Revista Don Goyo, nº 63, 14 de diciembre de 1926).
1906: Comienza la escuela primaria en la Escuela Nº 12, de la calle Paramaribo 610, del barrio de Flores.
1910: Cursa tercer grado en otra escuela. Asiste a la Escuela Nº 1, General Justo José de Urquiza, situada en Yerbal 2368.
1913: Nuevo cambio de escuela. Termina quinto grado en la Escuela Nº 7, de Franklin y Trelles.
1916: En las tertulias del periódico del barrio de Flores, La Idea, Roberto Arlt conoce a Conrado Nalé Roxlo, de quien será amigo a lo largo de su vida.
1918: Primera publicación: el cuento Jehová, en la Revista Popular (Nº 26, del 24 de junio de 1918) que dirige J. José de Soiza Reilly.
1920: Publica su ensayo Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires, en Tribuna Libre, (Nº 63, del 28 de enero), publicación quincenal dirigida por Ernesto León Odena. Firma este trabajo como Roberto Godofredo Arlt y la edición reproduce una fotografía suya. En marzo del mismo año viaja a Córdoba.
1921: Realiza el servicio militar en el 13º Regimiento de Infantería situado en la ciudad de Córdoba. Escribe artículos periodísticos en Patria, publicación de la Liga Patriótica Argentina.
1922: Se casa con Carmen Antinucci, joven tres años mayor que él.
1923: En Cosquín, donde se ha establecido con su mujer, nace su hija Mirta Electra.
1924: Con su mujer y su hija regresa a Buenos Aires. Al principio vive en la casa paterna, de Canalejas 2137, del barrio de Flores, luego se ubica en el Barrio de Villa Devoto, en una casa que construye. Comienza a colaborar en las publicaciones Extrema Izquierda, Izquierda y Última Hora.
1925: Publica dos capítulos como adelanto de su novela La vida puerca, que luego por sugerencia de Ricardo Guiraldes llamó El juguete rabioso. Estos capítulos son «El rengo», un fragmento del cuarto capítulo de la novela, y «El poeta parroquial», que luego suprimió del libro.
1926: Publica su primera novela El juguete rabioso en la Editorial Latina. Escribe en la revista Don Goyo, que dirige Conrado Nalé Roxlo. Comienza a publicar cuentos en Mundo Argentino. Colabora en Ultima Hora, Claridad y El Hogar.
1927: Se inicia como cronista policial en el diario Crítica. El 4 de marzo muere su padre.
1928: Entra a trabajar como redactor en el diario El Mundo. Publica notas y cuentos. A partir del 14 de agosto, tiene una sección, llamada Aguafuertes Porteñas (link). En el diario La Nación se publica su cuento Esther Primavera (9 de septiembre). La revista Pulso edita como adelante un fragmento de su novela Los siete locos.
1929: la novela Los siete locos es editada por Claridad.
1930: Emprende un viaje que dura un mes por Uruguay. Pasa dos meses en Brasil. Escribe crónicas con las impresiones de esta experiencia. Gana el Tercer Premio Municipal por Los siete locos.
1931: Publica el fragmento «Un alma al desnudo», de su novela Los Lanzallamas. Revista Azul. Colabora en el periódico de izquierda Bandera Roja.
1932: Se representa «El humillado», fragmento de Los siete locos, en el Teatro del Pueblo, la escenificación pertenece a Leónidas Barletta. Estrena su primera obra de teatro: 300 millones. Publica la novela El amor brujo. Es enviado como corresponsal a Santiago del Estero y Tucumán. Publica en El Hogar La luna roja.
1933: Se presenta en forma de libro una selección de sesenta Aguafuertes porteñas, en la editorial Victoria. Edita El jorobadito, libro que reúne nueve cuentos (editorial Anaconda).
1934: Publica Escena de un grotesco (un esbozo de su pieza teatral Saverio el cruel), en la Gaceta de Buenos Aires.
1935: Viaja por España y conoce Tánger y Marruecos, como enviado del diario El Mundo. Escribe como resultado las Aguafuertes españolas.
1936: Regresa a Buenos Aires. Estrena las obras de teatro Saverio el cruel y El fabricante de fantasmas. Edita también las Aguafuertes españolas.
1937: En Cosquín (Córdoba) muere su hermana Lila. Estrena la obra La isla desierta.
1938: Estrena Africa.
1939: Publica cuentos sobre temas africanos en la revista El Hogar.
1940: Escribe en en la revista socialista Argentina Libre. Viaja a Chile. Estrena su drama La fiesta del hierro. Muere su mujer Carmen Antinucci.
1941: Regresa de Chile. Se casa con Elizabeth Schine en el Uruguay. Publica la nouvelle Un viaje terrible.
1942: Concluye la escritura de su obra de teatro El desierto entra en la ciudad. Registra la patente de su invento de gomificación de medias de mujer. Publica en Mundo Argentino su último cuento Los esbirros de Venecia (1 de julio). Viaja en los primeros días de julio a Córdoba para ver a su madre y a su hija Mirta. El 26 de julio muere en Buenos Aires de un paro cardíaco. El 27 de julio, en el diario El Mundo sale su última nota, titulada Paisaje en las nubes.

SOLILOQUIO DEL SOLTERON

Me miro el dedo gordo del pie, y gozo.
Gozo porque nadie me molesta. Igual que una tortuga, a la mañana, saco la cabeza debajo la caparazón de mis colchas y me digo, sabrosamente, moviendo el dedo gordo del pie:
–Nadie me molesta. Vivo solo, tranquilo y gordo como un archipreste glotón.
Mi camita es honesta, de una plaza y gracias. Podría usarla sin reparo ninguno el Papa o el arzobispo.
A las ocho de la mañana entra a mi cuarto la patrona de la pensión, una señora gorda, sosegada y maternal. Me da dos palmaditas en la espalda y me pone junto al velador la taza de café con leche y pan con manteca. Mi patrona me respeta y considera. Mi patrona tiene un loro que dice: "¡Ajuá! ¿Te fuiste? Que te vaya bien", y el loro y la patrona me consuelan de que la vida sea ingrata para otros, que tienen mujer y, además de mujer, una caterva de hijos.
Soy dulcemente egoísta y no me parece mal.
Trabajo lo indispensable para vivir, sin tener que gorrear a nadie, y soy pacífico, tímido y solitario. No creo en los hombres, y menos en las mujeres, mas esta convicción no me impide buscar a veces el trato de ellas, porque la experiencia se afina en su roce, y además no hay mujer, por mala que sea, que no nos haga indirectamente algún bien.
Me gustan las muchachitas que se ganan la vida. Son las únicas mujeres que provocan en mí un respeto extraordinario, a pesar de que no siempre son un encanto. Pero me gustan porque afirman un sentimiento de independencia, que es el sentido interior que rige mi vida.
Más me gustan todavía las mujeres que no se pintan. Las que se lavan la cara, y con el cabello húmedo, salen a la calle, causando una sensación de limpieza interior y exterior que haría que uno, sin escrúpulos de ninguna clase, les besara encantado los pies.
No me gustan los chicos, sino excepcionalmente. En todo chiquillo, casi siempre se descubren fisonómicamente los rastros de las pillerías de los padres, de manera que sólo me agradan a la distancia y cuando pienso artificialmente con el pensamiento de los demás que coinciden en decir: "¡Qué chicos, son un encanto!", aunque es mentira.
Me baño todos los días en invierno y verano. Tener el cuerpo limpio me parece que es el comienzo de la higiene mental.
Creo en el amor cuando estoy triste, cuando estoy contento miro a ciertas mujeres como si fueran mis hermanas, y me agradaría tener el poder de hacerlas felices, aunque no se me oculta que tal pensamiento es un disparate, pues si es imposible que un hombre haga feliz a una sola mujer, menos todavía a todas.
He tenido varias novias, y en ellas descubrí únicamente el interés de casarse, cierto es que dijeron quererme, pero luego quisieron también a otros, lo cual demuestra que la naturaleza humana es sumamente inestable, aunque sus actos quieran inspirarse en sentimientos eternos. Y por eso no me casé con ninguna.
Personas que me conocen poco dicen que soy un cínico; en verdad, soy un hombre tímido y tranquilo, que en vez de atenerse a las apariencias busca la verdad, porque la verdad puede ser la única guía del vivir honrado.
Mucha gente ha tratado de convencerme de que formara un hogar; al final descubrí que ellos serían muy felices si pudieran no tener hogar.
Soy servicial en la medida de lo posible y cuando mi egoísmo no se resiente mucho, aunque me he dado cuenta que el alma de los hombres está constituida de tal manera, que más pronto olvidan el bien que se les ha hecho que el mal que no se les causó.
Como todos los seres. humanos he localizado muchas mezquindades en mí y más me agradaría no tener ninguna, mas al final me he convencido que un hombre sin defectos sería inaguantable, porque jamás le daría motivo a sus prójimos para hablar mal de él, y lo único que nunca se le perdona a un hombre, es su perfección.
Hay días que me despierto con un sentimiento de dulzura floreciendo en mi corazón. Entonces me hago escrupulosamente el nudo de la corbata y salgo a la calle, y miro amorosamente las curvas de las mujeres. Y doy las gracias a Dios por haber fabricado un bicho tan lindo, que con su sola presencia nos enternece los sentidos y nos hace olvidar todo lo que hemos aprendido a costa del dolor.
Si estoy de buen humor, compro un diario y me entero de lo que pasa en el mundo, y siempre me convenzo de que es inútil que progrese la ciencia de los hombres si continúan manteniendo duro y agrio su corazón como era el corazón de los seres humanos hace mil años.
Al anochecer vuelvo a mi cuartujo de cenobita, y mientras espero que la sirvienta –una chica muy bruta y muy irritable– ponga la mesa, "sotto voce" canturreo Una furtiva lágrima, o sino Addio del passato o Bei giorni ridenti... Y mi corazón se anega de una paz maravillosa, y no me arrepiento de haber nacido.
No tengo parientes, y como respeto la belleza y detesto la descomposición, me he inscripto en la sociedad de cremaciones para que el día que yo muera el fuego me consuma y quede de mí, como único rastro de mi limpio paso sobre la tierra, unas puras cenizas.

CAUSA Y SINRAZÓN DE LOS CELOS

Hay buenos muchachitos, con metejones de primera agua, que le amargan la vida a sus respectivas novias promoviendo tempestades de celos, que son realmente tormentas en vasos de agua, con lluvias de lágrimas y truenos de recriminaciones.
Generalmente las mujeres son menos celosas que los hombres. Y si son inteligentes, aun cuando sean celosas, se cuidan muy bien de descubrir tal sentimiento, porque saben que la exposición de semejante debilidad las entrega atadas de pies y manos al fulano que les sorbió el seso. De cualquier manera; el sentimiento de los celos es digno de estudio, no por los disgustos que provoca, sino por lo que revela en cuanto a psicología individual.
Puede establecerse esta regla:
Cuanto menos mujeres ha tratado un individuo, más celoso es.
La novedad del sentimiento amoroso conturba, casi asusta, y trastorna la vida de un individuo poco acostumbrado a tales descargas y cargas de emoción. La mujer llega a constituir para este sujeto un fenómeno divino, exclusivo. Se imagina que la suma de felicidad que ella suscita en él, puede proporcionársela a otro hombre; y entonces Fulano se toma la cabeza, espantado al pensar que toda "su" felicidad, está depositada en esa mujer, igual que en un banco. Ahora bien, en tiempos de crisis, ustedes saben perfectamente que los señores y señoras que tienen depósitos en instituciones bancarias, se precipitan a retirar sus depósitos, poseídos de la locura del pánico. Algo igual ocurre en el celoso. Con la diferencia que él piensa que si su "banco" quiebra, no podrá depositar su felicidad ya en ninguna parte. Siempre ocurre esta catástrofe mental con los pequeños financieros sin cancha y los pequeños enamorados sin experiencia.
Frecuentemente, también, el hombre es celoso de la mujer cuyo mecanismo psicológico no conoce. Ahora bien: para conocer el mecanismo psicológico de la mujer, hay que tratar a muchas, y no elegir precisamente a las ingenuas para enamorarse, sino a las "vivas", las astutas y las desvergonzadas, porque ellas son fuente de enseñanzas maravillosas para un hombre sin experiencia, y le enseñan (involuntariamente, por supuesto) los mil resortes y engranajes de que "puede" componerse el alma femenina. (Conste que digo "de que puede componerse", no de que se compone.)
Los pequeños enamorados, como los pequeños financistas, tienen en su capital de amor una sensibilidad tan prodigiosa, que hay mujeres que se desesperan de encontrarse frente a un hombre a quien quieren, pero que les atormenta la vida con sus estupideces infundadas.
Los celos constituyen un sentimiento inferior, bajuno. El hombre, cela casi siempre a la mujer que no conoce, que no ha estudiado, y que casi siempre es superior intelectualmente a él. En síntesis, el celo es la envidia al revés.
Lo más grave en la demostración de los celos es que el individuo, involuntariamente, se pone a merced de la mujer. La mujer en ese caso, puede hacer de él lo que se le antoja. Lo maneja a su voluntad. El celo (miedo de que ella lo abandone o prefiera a otro) pone de manifiesto la débil naturaleza del celoso, su pasión extrema, y su falta de discernimiento. Y un hombre inteligente, jamás le demuestra celos a una mujer, ni cuando es celoso. Se guarda prudentemente sus sentimientos; y ese acto de voluntad repetido continuamente en las relaciones con el ser que ama, termina por colocarle en un plano superior al de ella, hasta que al llegar a determinado punto de control interior, el individuo "llega a saber que puede prescindir de esa mujer el día que ella no proceda con él como es debido".
A su vez la mujer, que es sagaz e intuitiva, termina por darse cuenta de que con una naturaleza tan sólidamente plantada no se puede jugar, y entonces las relaciones entre ambos sexos se desarrollan con una normalidad que raras veces deja algo que desear, o terminan para mejor tranquilidad de ambos.
Claro está que para saber ocultar diestramente los sentimientos subterráneos que nos sacuden, es menester un entrenamiento largo, una educación de práctica de la voluntad. Esta educación "práctica de la voluntad" es frecuentísima entre las mujeres. Todos los días nos encontramos con muchachas que han educado su voluntad y sus intereses de tal manera que envejecen a la espera de marido, en celibato rigurosamente mantenido. Se dicen: "Algún día llegará". Y en algunos casos llega, efectivamente, el individuo que se las llevará contento y bailando para el Registro Civil, que debía denominarse "Registro de la Propiedad Femenina".
Sólo las mujeres muy ignorantes y muy brutas son celosas. El resto, clase media, superior, por excepción alberga semejante sentimiento. Durante el noviazgo muchas mujeres aparentan ser celosas; algunas también lo son, efectivamente. Pero en aquellas que aparentan celos, descubrimos que el celo es un sentimiento cuya finalidad es demostrar amor intenso inexistente, hacia un_ bobalicón que sólo cree en el amor cuando el amor va acompañado de celos. Ciertamente, hay individuos que no creen en el afecto, si el cariño no va acompañado de comedietas vulgares, como son, en realidad, las que constituyen los celos, pues jamás resuelven nada serio.
Las señoras casadas, al cabo de media docena de años de matrimonio (algunas antes), pierden por completo los celos. Algunas, cuando barruntan que los esposos tienen aventurillas de géneros dudosos, dicen, en círculos de amigas:
–Los hombres son como los chicos grandes. Hay que dejar que se distraigan. También una no los va a tener todo el día pegados a las faldas...
Y los "chicos grandes" se divierten. Más aún, se olvidan de que un día fueron celosos...
Pero este es tema para otra oportunidad.
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jueves, 21 de julio de 2011

Héctor G. Oesterheld


Héctor G. Oesterheld

(23 de Julio de 1919 – Continúa Desaparecido)

Nació en la Ciudad de Buenos Aires el 23 de julio de 1919. De muy pequeño, como recordaría después, comenzó a leer autores como Stevenson o Salgari, que luego tendrían influencia en su obra.
Cursó la carrera de geología; un trabajo relacionado con la carrera lo llevó por distintos lugares del país. Luego trabajó como corrector en una editorial. Por esta época comienza a escribir y uno de sus cuentos, Truilia y Miltar, fue publicado por el diario La Prensa, en su suplemento literario dominical. En este diario ingresa como corrector.
Comienza a trabajar para dos editoriales, Códex y Abril. Escribe artículos de divulgación científica y relatos infantiles. Colabora con la colección Bolsillitos, de la Editorial Abril, y es uno de los creadores, junto a Boris Spivakov y otros, de la revista Gatito y de sus personajes. Para ese entonces había dejado La prensa por un trabajo relacionado con su profesión en un laboratorio de minería. Cuando le encargan la sección de divulgación de la revista Pato Donald, de Abril, decide dejar su trabajo para volcarse de lleno a la escritura. Cesare Civita, director de Editorial Abril, le propone escribir guiones de historieta. En 1951 se publican sus primeros guiones en la revista Cinemisterio: Alan y Crazy, Lord Commando y Ray Kitt. En este último comienza su fecunda relación con el italiano Hugo Pratt. El primero de febrero de 1952 aparece su primer personaje importante, Bull Rocket, en el número 176 de la revista Misterix. Se origina en un pedido de Civita, que quería una historieta con un piloto de pruebas. El italiano Paul Campani se hizo cargo del dibujo. El Sargento Kirk, una de las historietas más famosas de Oesterheld, se inició el 9 de enero de 1953. La dibujaba Hugo Pratt y apareció en el número 225 de Misterix. Kirk es un desertor del 7º de caballería estadounidense. Asqueado de la inútil matanza, sus principios lo hacen renegar de su pasada vida, convirtiéndose en un renegado. El tratamiento innovador dado por Oesterheld a la historia, los valores atípicos y novedosos para el género, convierten a Sargento Kirk en una bisagra, un punto de referencia para la historieta realista. En el número 297 de Rayo Rojo, también de Abril, aparece El Indio Suárez, el 13 de junio de 1955. La historia de este boxeador fue dibujada por Carlos Freixas. Sus personajes se vuelven populares, y por estos años escribe guiones para distintas revistas y editoriales, creando historietas y personajes como Tarpón y Doc Carson para Hazañas, El Mescaleropara Ases del Oeste, Ray Kent para Códex y, en 1958, Burt Zane y Star Kenton para El Tony, de Columba. En 1955 se asocia con su hermano Jorge y edita versiones noveladas de sus historietas más famosas, Sargento Kirk y Bull Rocket. Es el nacimiento de Editorial Frontera. En total se editan nueve de cada una, basadas en sus guiones para historieta, salvo la última de Bull Rocket y las dos últimas de Kirk, con historias originales.El éxito de los libros decide a Oesterheld a lanzar sus propias revistas de historietas; en 1957 salen a la calle los primeros números de la editorial, en abril Frontera y en mayo Hora Cero, las dos mensuales. Para separarse de Editorial Abril Oesterheld negocia con Civita, éste se queda con Bull Rocket, continuado desde aquí por otros autores, y Frontera con Sargento Kirk

Los guiones de las revistas, en más de un ochenta por ciento, estaban a cargo de Oesterheld, algunos firmados con seudónimos como H. Sturgiss o C. de la Vega, mientras que casi todo el resto lo escribía su hermano, que firmaba como Jorge Mora.

Las revistas rápidamente se convierten en un éxito de ventas, el nombre de Oesterheld arrastraba su propio público. Esto los alienta a editar una nueva revista y, muy pronto, sale el Suplemento Semanal Hora Cero, el 4 de septiembre de 1957. En 1958 comienza a publicar los extras, en abril sale Hora Cero Extray en julio Frontera Extra, al principio bimestral para luego salir mensualmente.


Comienzan a aparecer personajes y series importantes. Como el corresponsal de guerra Ernie Pike en Hora Cero, dibujada en sus inicios por Hugo Pratt, quien lo creó con los rasgos de Oesterheld. Un personaje que tendría muchas apariciones y episodios con su título, generando otras series como Cuaderno Rojo, y que tuvo su propia revista, la colección de Batallas Inolvidables. Pike es un corresponsal de guerra, un testigo, que le permite a Oesterheld contar todo tipo de historias, en las que se filtra el humanismo del autor, dentro del terrible marco de la guerra. Oesterheld se permitía invertir los adocenados tópicos narrativos habituales del género, como presentar alemanes como "buenos". Oesterheld se preocupaba por el hombre, y en este sentido no hay buenos y malos, sólo víctimas. Se suceden las historietas, entre unitarios y personajes como Ticonderoga, por Pratt, Randall the Killer, por Arturo del Castillo, Sherlock Time, por Alberto Breccia, Joe Zonda y Rolo, el marciano adoptivo, por Francisco Solano López.
El 4 de Septiembre de 1957, en el primer número de Hora Cero Semanal, empieza la publicación de una de las historietas más importantes de Argentina: El Eternauta, con dibujos de Solano López. La historia de la invasión extraterrestre se extendió hasta 1959, acompañada con entusiasmo por los lectores, y, al concluirse, fue publicada en tres tomos con gran éxito de público. Años después fue reeditada en libro por Ediciones Record con gran demanda, y las reediciones se continúan a lo largo a lo largo de los años. El Eternauta ya se ha convertido en un mito. A fines de 1959 comienza la decadencia de la editorial. Sus mejores dibujantes comienzan a emigrar o trabajar para el extranjero, donde la paga es notoriamente superior. Las deudas acosaban a Frontera, y el propio Oesterheld diversificó su producción trabajando para otras editoriales. Finalmente, la Editorial Emilio Ramírez, que imprimía las revistas, se quedó con los títulos en 1961 como forma de pago, los que luego pasaron a la editorial Vea y Lea a fines de 1962, que continuó publicándolos hasta 1963. Para esta época Oesterheld tiene ya cuatro hijas, de su matrimonio con Elsa. Vive en Beccar, provincia de Buenos Aires, donde suele hacer asados a los que invita a sus dibujantes. Concluida la aventura de su propia editorial, Oesterheld siguió escribiendo guiones para sus viejas revistas y para otras editoriales. En 1961 Editorial Ramírez publica una revista de ciencia ficción llamada El Eternauta, la dirige Oesterheld y en ella comenzó a escribir relatos de El Eternauta en sus viajes por el tiempo, para retomar luego la narración donde concluyó la historieta, convirtiéndose en una suerte de secuela novelada, que quedó inconclusa. También escribía los guiones de las historietas nacionales que se publicaban. En ese año Abril vende sus títulos a Editorial Yago, que relanza Misterix y Rayo Rojo. Oesterheld vuelve a colaborar en las revistas y el 20 de julio de 1962 aparece una de sus creaciones más importantes, Mort Cinder, dibujada por Alberto Breccia para Misterix.

Las historias vividas en el tiempo que este personaje contaba al anticuarioEzra Winston se convirtieron en uno de los puntos más altos de la historieta mundial. Para las revistas de Yago creó otras historias, el indio Watami, con dibujo de Jorge Moliterni, León Loco, con Ernesto García, Lord Pampa, de Solano López. A principios de los 60 las grandes revistas de historietas de la década anterior comienzan a extinguirse, y Oesterheld escribe guiones para nuevas publicaciones, en general de corta vida. Trabaja también para la editorial Zig ZAg de Chile, creando personajes como Ronnie Lea el muertero o Tornado.

En 1965 dirige Géminis, revista de relatos de ciencia ficción de la que salieron sólo dos números, donde publicó algunos de sus cuentos.

En 1968 Editorial Jorge Álvarez decide publicar una serie de biografías en historieta de importantes hombres de América Latina. Sale un solo número, Che, vida de El Che, con guión de Oesterheld y dibujo de Alberto Breccia y su hijo Enrique. La censura del gobierno retira de la venta el libro y secuestra los originales. Oesterheld y Alberto Breccia habían comenzado a trabajar en la vida de Evita, que no se publicó por la cancelación de la serie.

En 1969 realiza una nueva versión de El Eternauta, trabajando nuevamente con Alberto Breccia, que se publicó en el semanario Gente. Oesterheld modificó el guión, acercándolo a su ideología socialista, mientras que Breccia ya había volcado su carrera a la experimentación en el tratamiento de las historias que contaba. Esto último fue la excusa de la conservadora editorial para levantar la publicación, argumentando que el dibujo no era lo que esperaban sus lectores. Oesterheld debió abreviar la historia para no dejarla trunca. Sobre otra invasión escribe en 1970, La guerra de los Antartes, dibujada por León Napoo (el humorista Napoleón) y publicada en la revista 2001. Ese año crea para la revista Top a los personajesArtemio, el taxista de Buenos Aires y Russ Congo. Comienza a trabajar para editorial Columba, guionando varias series que ya se publicaban. En 1973 vuelve a hacer La guerra de los Antartes, para el diario Noticias, pero queda inconclusa. A partir de 1975 Oesterheld escribe todos sus guiones para Ediciones Record.

Crea historietas como Nekrodamus, Loco Sexton, Wakantanka o Galac Master. En 1976 la editorial reedita El Eternauta en fascículos con un gran éxito de público. En diciembre, en el Libro de Oro de Skorpio, se inicia El Eternauta II, nuevamente dibujada por Solano López. Eran tiempos difíciles en Argentina, gobernada por una dictadura militar, y Oesterheld militaba en la agrupación guerrillera Montoneros. Compenetrado con su actividad política, Oesterheld convierte la historieta en una manifestación de su ideología; así, el Eternauta se convierte en líder del pueblo oprimido por los invasores y los organiza militarmente para resistir al poderoso enemigo. Esta actitud le valió discrepancias con Solano, quien no compartía sus postulados, por lo que el guión debía ser modificado. Oesterheld, ya acosado por la dictadura, terminó de escribirlo en la clandestinidad. El 27 de abril de 1977 Oesterheld fue secuestrado por la criminal dictadura militar, desde entonces es uno más de los miles de desaparecidos y asesinados, al igual que sus cuatro hijas.

Fuentes
Accorsi, Diego, en revista Lo mejor de H. G. Oesterheld, Editorial Columba, 2001.
Cáceres, Germán, Oesterheld, Ediciones del Dock, 1992.
Gociol, Judith y Rosembreg, Diego, La historieta Argentina, Ediciones de la Flor, 2000.
Sasturain, Juan, El Eternauta: tres veces Salvo en El Eternauta, Ediciones Colihue, 1996.
Trillo, Carlos y Saccomanno, Guillermo, Historia de la historieta argentina, Record, 1980.
Libro de Fierro Nº 1, Especial Oesterheld (1952-54), Ediciones de la Urraca, 1985.
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martes, 19 de julio de 2011

Manuel Puig (1932- 1990)

Manuel Puig

(Argentina, 1932-1990)


Novelista argentino. Nació en Buenos Aires y estudió cine en Roma y Nueva York. En 1968 publicó su primera novela, La traición de Rita Hayworth, que tuvo una calurosa acogida por parte de la crítica, que un año después no se vio defraudada con la siguiente obra, Boquitas pintadas (1969), que además consiguió un gran éxito de público. En las dos se ocupa de las mitologías sexuales y sentimentales de la clase media bonaerense, utilizando los lenguajes de la cultura de masas, sobre todo del cine, además de las letras de canciones populares —tangos y boleros— y el ambiente folletinesco de las revistas del corazón o de los seriales radiofónicos de la época. The Buenos Aires Affaire (1973), tiene además implicaciones psicoanalíticas. En El beso de la mujer araña (1976), tal vez su novela más conocida, se ocupa inteligentemente de la represión política que por entonces sufrían algunos países del Cono Sur. Fue llevada al cine y representada en el teatro con gran éxito. Siguieron Pubis Angelical (1979) y Cae la noche tropical (1988) entre otras novelas, donde demuestra su dominio de los diálogos. Murió en la ciudad de Cuernavaca, México el 22 de Julio de 1990.


El beso de la mujer araña (fragmento)


" Y el psicoanalista se quiso defender pero era demasiado tarde, porque ahí en ese rincón oscuro todo se volvía borroso un instante y ella se transformaba ya en pantera, y él alcanzó a agarrar el atizador de la chimenea para defenderse, pero ya la pantera le había saltado encima, y él le quiso dar golpes con el atizador pero ya con una garra ella le abrió el cuello y el hombre cayó al suelo echando sangre a borbotones, la pantera rugió y mostró los colmillos blancos perfectos y le hundió otra vez las garras, ahora en la cara, para deshacérsela. "


The Buenos Aires Affair (fragmento)


" Gladys antes nunca se maquillaba, pero con parte del rostro tapado por un mechón¬no por una venda, ni por un parche de pirata, sólo la coquetería de un mechón¬, el ojo resultó tan hermoso al pintarlo por primera vez... Un joven llegó a decirle que ese ojo parecía un colibrí posado en su cara, ¿y qué más podía ayudar a la policía?, al oficial que la atendiese le pediría ante todo discreción, y que si su hija al rato reaparecía no la enterasen de la denuncia, y por supuesto habría que ocultarle que una seña particular había sido indicada. Era verdad, se decía Clara, con esas pestañas postizas importadas el ojo puede destacarse más y resultar de una belleza radiante, el ojo celeste con el párpado verde y las pestañas azabache como las alas y la colita erguida del colibrí.
También había otras proclamas gubernamentales pegadas a la fachada que instaban al orden público y recomendaban la captura de activistas allí enumerados; Clara no las leyó. Improvisamente había llegado a la conclusión de que su hija estaría ya emprendiendo el regreso a casa, porque también a ella la aterraban las tormentas. Comenzó a desandar el camino. Además si los patrulleros buscaban a Gladys y la encontraban por una carretera en camisón y tapado de piel, la considerarían demente y la someterían a tratos intolerables para la sensibilidad de la muchacha, "...cuando las maderas / crujir hace el viento / y azota los vidrios / el fuerte aguacero, / de la pobre niña / a solas me acuerdo. / Del húmedo muro / tendida en un... / tendida en un..." ¿cómo seguía? consultó su reloj pulsera, eran las nueve y media de la mañana ¡qué no hubiese dado por saber dónde estaba su hija en ese preciso momento! "...allí cae la lluvia / con un son eterno; / allí la combate / el soplo del cierzo. / Del húmedo muro / tendida en un... en un... ¡hueco! / acaso de frío / se hielan sus huesos...", logró por fin recordar, con satisfacción. "
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jueves, 14 de julio de 2011

Roberto Fontanarrosa

El “Negro” Roberto Fontanarrosa era un tipo querido, respetado y admirado por una gran cantidad de gente. Había nacido el 26 de noviembre de 1944 en Rosario (Santa Fe, Argentina) y pasó a la historia como humorista gráfico, escritor y por un infaltable sello futbolístico: “hincha de Rosario Central”.
Pero el “Negro” escapaba a esas definiciones de ocupaciones. En una oportunidad, se le escuchó decir: “De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nóbel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: ‘me cagué de risa con tu libro’”.
Boogie El Aceitoso, Inodoro Pereyra y el perro Mendieta fueron algunas de sus creaciones más reconocidas, tanto en Argentina como en otros países iberoamericanos. Tampoco quedó afuera de sus obras su pasión deportiva y así fue que creó cuentos como “19 de diciembre de 1971”, que se ha convertido en un clásico de la literatura futbolística argentina. Durante las décadas de los años ’70 y ’80, a Fontanarrosa podía vérselo con frecuencia en el bar “El Cairo”, sentado en la ya mítica “mesa de los galanes” que fue escenario de varias de sus mejores historias. En los ’90 esa histórica mesa se trasladó al bar “La Sede”, hasta que el anterior punto de encuentro reabrió sus puertas. En noviembre de 2004, Fontanarrosa fue expositor en el III Congreso de la Lengua Española que se desarrolló en Rosario donde brindó una inolvidable charla titulada “Sobre las malas palabras”. Un año antes, el humorista había recibido un terrible diagnóstico: esclerosis lateral amiotrófica, enfermedad que lo obligó a desplazarse desde 2006 en silla de ruedas. Pero el 2006 también fue digno de destacar en la vida de este humorista: en abril, el Senado le hizo entrega de la Mención de Honor Domingo Faustino Sarmiento por su gran trayectoria y sus importantes aportes a la cultura argentina. En diciembre, fue reconocido en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara con “La Catrina”, una distinción que se entrega, año tras año, en el Encuentro Internacional de Caricatura e Historieta. Con resignación e impotencia, los seguidores del “Negro” se enteraron, el 18 de enero de 2007, que el ídolo dejaría de dibujar sus historietas por haber perdido por completo el control de su mano derecha. Sin embargo, todavía le quedaban fuerzas y ganas para continuar escribiendo los guiones para sus personajes. Lamentablemente, su mal no le dejó mucho tiempo para seguir viviendo: el 19 de julio de ese mismo año, su vida se apagó cuando tenía 62 años. Su carrera literaria dejaría tres novelas y libros de cuentos como “El mundo ha vivido equivocado”, “El mayor de mis defectos”, “Uno nunca sabe”, “La mesa de los galanes”, “Puro Fútbol”, “Usted no me lo va a creer” y “El rey de la milonga”.


Viejo con árbol
Roberto Fontanarrosa



A un costado de la cancha había yuyales y, más allá, el terraplén del ferrocarril. Al otro costado, descampado y un árbol bastante miserable. Después las otras dos canchas, la chica y la principal. Y ahí, debajo de ese árbol, solía ubicarse el viejo.
Había aparecido unos cuantos partidos atrás, casi al comienzo del campeonato, con su gorra, la campera gris algo raída, la camisa blanca cerrada hasta el cuello y la radio portátil en la mano. Jubilado seguramente, no tendría nada que hacer los sábados por la tarde y se acercaba al complejo para ver los partidos de la Liga. Los muchachos primero pensaron que sería casualidad, pero al tercer sábado en que lo vieron junto al lateral ya pasaron a considerarlo hinchada propia. Porque el viejo bien podía ir a ver los otros dos partidos que se jugaban a la misma hora en las canchas de al lado, pero se quedaba ahí, debajo del árbol, siguiéndolos a ellos.

Era el único hincha legítimo que tenían, al margen de algunos pibes chiquitos; el hijo de Norberto, los dos de Gaona, el sobrino del Mosca, que desembarcaban en el predio con las mayores y corrían a meterse entre los cañaverales apenas bajaban de los autos.

—Ojo con la vía alertaba siempre Jorge mientras se cambiaban.

—No pasan trenes, casi tranquilizaba Norberto. Y era verdad, o pasaba uno cada muerte de obispo, lentamente y metiendo ruido.

— ¿No vino la hinchada? ya preguntaban todos al llegar nomás, buscando al viejo. ¿No vino la barra brava?

Y se reían. Pero el viejo no faltaba desde hacía varios sábados, firme debajo del árbol, casi elegante, con un cierto refinamiento en su postura erguida, la mano derecha en alto sosteniendo la radio minúscula, como quien sostiene un ramo de flores. Nadie lo conocía, no era amigo de ninguno de los muchachos.

—La vieja no lo debe soportar en la casa y lo manda para acá bromeó alguno.

—Por ahí es amigo del referí —dijo otro. Pero sabían que el viejo hinchaba para ellos de alguna manera, moderadamente, porque lo habían visto aplaudir un par de partidos atrás, cuando le ganaron a Olimpia Seniors.

Y ahí, debajo del árbol, fue a tirarse el Soda cuando decidió dejarle su lugar a Eduardo, que estaba de suplente, al sentir que no daba más por el calor. Era verano y ese horario para jugar era una locura. Casi las tres de la tarde y el viejo ahí, fiel, a unos metros, mirando el partido. Cuando Eduardo entró a la cancha —casi a desgano, aprovechando para desperezarse— cuando levantó el brazo pidiéndole permiso al referíí, el Soda se derrumbó a la sombra del arbolito y quedó bastante cerca, como nunca lo había estado: el viejo no había cruzado jamás una palabra con nadie del equipo.

El Soda pudo apreciar entonces que tendría unos setenta años, era flaquito, bastante alto, pulcro y con sombra de barba. Escuchaba la radio con un auricular y en la otra mano sostenía un cigarrillo con plácida distinción.

—¿Está escuchando a Central Córdoba, maestro? —medio le gritó el Soda cuando recuperó el aliento, pero siempre recostado en el piso. El viejo giró para mirarlo. Negó con la cabeza y se quitó el auricular de la oreja.

—No sonrió. Y pareció que la cosa quedaba ahí. El viejo volvió a mirar el partido, que estaba áspero y empatado. Música dijo después, mirándolo de nuevo.

Algún tanguito? —probó el Soda.

—Un concierto. Hay un buen programa de música clásica a esta hora.

El Soda frunció el entrecejo. Ya tenía una buena anécdota para contarles a los muchachos y la cosa venía lo suficientemente interesante como para continuarla. Se levantó resoplando, se bajó las medias y caminó despacio hasta pararse al lado del viejo.

—Pero le gusta el fútbol —le dijo—. Por lo que veo.

El viejo aprobó enérgicamente con la cabeza, sin dejar de mirar el curso de la pelota, que iba y venía por el aire, rabiosa.

—Lo he jugado. Y, además, está muy emparentado con el arte —dictaminó después—. Muy emparentado.

El Soda lo miró, curioso. Sabía que seguiría hablando, y esperó.

—Mire usted nuestro arquero —efectivamente el viejo señaló a De León, que estudiaba el partido desde su arco, las manos en la cintura, todo un costado de la camiseta cubierto de tierra—. La continuidad de la nariz con la frente. La expansión pectoral. La curvatura de los muslos. La tensión en los dorsales —se quedó un momento en silencio, como para que el Soda apreciara aquello que él le mostraba—. Bueno... Eso, eso es la escultura...

El Soda adelantó la mandíbula y osciló levemente la cabeza, aprobando dubitativo.

—Vea usted —el viejo señaló ahora hacia el arco contrario, al que estaba por llegar un córner— el relumbrón intenso de las camisetas nuestras, amarillo cadmio y una veladura naranja por el sudor. El contraste con el azul de Prusia de las camisetas rivales, el casi violeta cardenalicio que asume también ese azul por la transpiración, los vivos blancos como trazos alocados. Las manchas ágiles ocres, pardas y sepias y Siena de los mulos, vivaces, dignas de un Bacon. Entrecierre los ojos y aprécielo así... Bueno... Eso, eso es la pintura.

Aún estaba el Soda con los ojos entrecerrados cuando al viejo arreció.

—Observe, observe usted esa carrera intensa entre el delantero de ellos y el cuatro nuestro. El salto al unísono, el giro en el aire, la voltereta elástica, el braceo amplio en busca del equilibrio... Bueno... Eso, eso es la danza...

El Soda procuraba estimular sus sentidos, pero sólo veía que los rivales se venían con todo, porfiados, y que la pelota no se alejaba del área defendida por De León.

—Y escuche usted, escuche usted... —lo acicateó el viejo, curvando con una mano el pabellón de la misma oreja donde había tenido el auricular de la radio y entusiasmado tal vez al encontrar, por fin, un interlocutor válido—... la percusión grave de la pelota cuando bota contra el piso, el chasquido de la suela de los botines sobre el césped, el fuelle quedo de la respiración agitada, el coro desparejo de los gritos, las órdenes, los alertas, los insultos de los muchachos y el pitazo agudo del referí... Bueno... Eso, eso es la música...

El Soda aprobó con la cabeza. Los muchachos no iban a creerle cuando él les contara aquella charla insólita con el viejo, luego del partido, si es que les quedaba algo de ánimo, porque la derrota se cernía sobre ellos como un ave oscura e implacable.

—Y vea usted a ese delantero... —señaló ahora el viejo, casi metiéndose en la cancha, algo más alterado—... ese delantero de ellos que se revuelca por el suelo como si lo hubiese picado una tarántula, mesándose exageradamente los cabellos, distorsionando el rostro, bramando falsamente de dolor, reclamando histriónicamente justicia... Bueno... Eso, eso es el teatro.

El Soda se tomó la cabeza.

— ¿Qué cobró? —balbuceó indignado.

— ¿Cobró penal? —abrió los ojos el viejo, incrédulo. Dio un paso al frente, metiéndose apenas en la cancha—. ¿Qué cobrás? —gritó después, desaforado—. ¿Qué cobrás, referí y la reputísima madre que te parió?

El Soda lo miró atónito. Ante el grito del viejo parecía haberse olvidado repentinamente del penal injusto, de la derrota inminente y del mismo calor. El viejo estaba lívido mirando al área, pero enseguida se volvió hacia el Soda tratando de recomponerse, algo confuso, incómodo.

—... ¿Y eso? —se atrevió a preguntarle el Soda, señalándolo.

—Y eso... —vaciló el viejo, tocándose levemente la gorra—...Eso es el fútbol.


El monito

A Osvaldo Ardizzone


Llore Monito, llore. Usted puede. A usted se le permite que no es vergüenza llorar cuando las lágrimas tienen la pureza recóndita de aquello que llega desde el corazón que no quiere aflojar ante terceros. Tal vez, pibe, tal vez Monito, son las mismas lágrimas que, años atrás, no tantos quizás, usted tuvo que enjugar con el revés de la mano sucia de tierra en el fondo de la casita del patio con geranios y malvones de barrio Arroyito. Tal vez son las mismas lágrimas vertidas por la rabia, la impotencia, la vergüenza, ante el coscorrón justiciero de su viejita laburante cuando usted no llegaba a la hora establecida para tomar la leche.

¿Cómo iba a entender su madre, Monito, aquel cariño entrañable por la pelota de fútbol, que lo mantenía lejos de la casa, demorado, en ese romance infantil con la de cuero, en los yuyales sabios del campito que no sabía de redes ni de cal, tras de la vía? ¿Cómo podía entender su viejo, pibe, su viejo, don Telmo, el genovés terco de canzonetta y nostalgia, su noviazgo purrete con la de gajos y ese lenguaje dulcemente nuestro de los túneles, la pisada, el chanfle, los taquitos y la rabona? Porque no era, no, una piba quinceañera, rubia y pizpireta, de ojos celestes como los de la pulpera de Santa Lucía, lo que a usted le impedía volver en el horario, a gritos reclamado por su madre. No era, no, Monito, el despertar púber del primer amor enredado en los últimos giros de un trompo o en la galleta enojo sa del hilo de un barrilete, el que lo hacía terminar los deberes de la escuela a las corridas y escapar luego, gorrión ansioso, pájaro encendido, hacia la complicidad abierta de la calle, el griterío alborozado de los pibes y el llamado seductor de un taconeo. No Monito, lo suyo era más simple, como son simples las cosas que nacen del corazón y eluden las frías especulaciones de la mente. No. Lo suyo era tan sólo la caricia tierna de la capellada de su botín zurdo en la pelota, el toque, la volea, la suela que aprieta el fútbol indócil y lo convence, lo persuade, lo amaestra. Lo suyo era el amague, el pique corto, el freno seco, y el pecho amigo para que allí se durmiera la bella amada cuando caía desde el cielo como un globo cansado de volar sin rumbo cierto. ¡Mire qué fácil, pibe, que era aquello! De la misma forma en que el amor, el puro amor, se presenta, florece y crece como una flor nocturna, como un clavel del aire brotado en la luminosidad escasa de un pasillo, así creció en usted el sortilegio. Nadie le enseñó, como no se enseña el dolor ni la paciencia, ni se sabe de dónde surge el gusto por silbar o el de hablar bajo. Usted ya lo traía impreso, se lo digo, quizás desde el fondo de la historia de ese barrio que ha visto nacer a tantos ídolos y guarda en el aire la vibración, el eco, el reverbero de mil goles gritados en la tarde, atronando el cemento, quebrando la quieta y asombrada calma de su río. O lo aprendió como se aprenden estas cosas, mirando a los demás, tratando de atrapar con ojos asombrados el misterio metafísico del chanfle, la secreta ley física que hace que el balón vaya hacia allá y dé una vuelta. Por eso, por todo eso, pibe, no se inquiete si lo ven aflojar y su mirada se empaña como el cristal de una ventana cuando recibe el tamborileo sonoro de la lluvia. No. Llore Monito, llore. Usted puede. A usted se le permite.
Así lo soñó usted tal vez, un día, allá, aferrado a la alomhada confidente de su cama, en la casita del patio con geranios y malvones, alguna de esas noches de verano cuando el calor aprieta y el sueño viene: Ya está el mago de varita presta. Ya está el ilusionista sutil que hace creer en cosas que no existen y miente que en el dorso de su mano se ocultan pañuelos, palomas y barajas. Está en el medio de la cancha y su eterna enamorada, la pelota, parece que se ha ido y está inmóvil, simula emprender vuelo y no se aleja, o bien hace creer que se le escapa pero vuelve bajo la presión apenas ruda de la suela. Ahora el estadio enmudece, el mago muestra el juego. El Monito arranca y empieza el toque, el pelotazo sabio, el amague que argumenta una cosa y dice otra. De la zurda precisa del insider brotan conejos, luces multicolores, toques lujosos, las dos cortas sabidas y una larga, la cabeza alta, el ojo inquieto. El público se deleita. Ya la metió de nuevo bajo el pie, la mostró, “ahí la tenés, es tuya” ha dicho, pero no está más, la sacó, la puso en otro lado, la cambió de lugar, la amarreteó de nuevo. Allá está el compañero, el wing derecho, no lo ha visto, pero gira y le pone el pelotazo desde cuarenta metros, en el pecho. Sólo faltan los clarines, los clarines, las fanfarrias, el galope incesante de los corceles blancos girando en torno de la cancha y las ecuyères de pie sobre sus ancas.
Así lo soñó usted, tal vez, un día, Monito. Ya el espectáculo termina y, a pesar de la magia del insider, a pesar de sus moñas y regates, pibe, a pesar de las cuatro pelotas de gol que usted puso en los pies del centrofoward, el partido se agosta en la chatura aburrida del empate. Pero faltaba, nomás, la carcajada. El cierre magistral, la pincelada justa que el artista deposita por fin sobre la tela e ilumina el azul, aviva grises y ruboriza la macilencia de los sepias. Faltaba nomás, la carcajada. Ese balón que llega de atrás, como un balazo. El pecho receptor del entreala tan afecto a refrenar, mullido, el rebote previsto de la bola. Ya empieza la danza, el giro sobre un pie para enfrenta el arco y el resbalar mansamente de la globa del pecho a la rodilla y de allí al suelo. Allí, en la temible ferocidad del área, allí, donde la puerta de las dieciocho se convierte en muralla pertrechada, donde hay piernas, codos, tapones alevosos y guadaña, allí la puso en el piso el entreala. Allí, en esa media luna, en lo que algunos llaman la empanada, allí donde uno se olvida de la novia, del primer amor, de lo aprendido en la'escuela, de la Vieja, “vení conmigo” le dijo el Monito a su amiga del alma. Y se metió en el área con pelota dominada.

No sé si hubo un caño o fueron cuatro. Quebró la cintura, pisó el cuero, pareció en un momento que pateaba, se le vinieron dos, se cerró el cuatro pero el Monito la llevaba atada.
Tal vez ya no me acuerdo, decime vos si miento, pero quedó frente al arquero y la puso en un rincón, de cachetada. No el cachetazo mordaz, el del reproche, sino el empujón cordial, el que te aprueba, la palmada que se le da a un pibe y se le dice “cruzá que yo te miro”. La pelota entró pidiendo permiso y ni tocó la red de puro cauta. Luego, el pibe se fue hasta su tribuna y adentro de su puño apretó el gol, lo abrió de golpe y fue otra vez paloma y carcajada.

Llore Monito. Así lo soñó usted tal vez un día, en la casa de malvones y geranios del barrio Arroyito. Y se quedó en sueño nomás, no se dio nunca.
—¡Tan bueno que parecía de purrete! Nunca llegó a jugar ni en la tercera. Y en el equipo que se arma en la oficina a veces lo ponen un rato y otras, nada. Está gordo, pibe, algo pelado. Y me han dicho que ni va a la cancha.
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viernes, 8 de julio de 2011

Homenaje a Carlos Abrevaya

Carlos Abrevaya... Medios Locos... Editorial La Urraca...1989
Fragmento

"En síntesis, absolutamente todo lo que hace un medio de difusión es cultura. O señalado con un ejemplo más violento y sencillo, todos los programas de televisión son culturales. Justamente, la división entre cultura y entretenimiento ha funcionado como una razón perfecta para que no exigiéramos revisar los contenidos de los mensajes realmente masivos. Curiosamente se logró que no nos detuviéramos a analizar lo que como fenómenos populares son lo más cultural que nos ha ocurrido. El entretenimiento de millones de personas no merecía (¿todavía no lo merece?) ser siquiera pensado, bastando con sumarse a él o descalificarlo desde el prejuicio superficial, a lo bestia. La sección cultura de los medios gráficos, por su parte, sirve para marcar esa diferencia absurda o perversa. Hay, por lo menos, un gran error en esta visión de cultural y entretenido. Error que ha contado con la colaboración convincente de los medios. Y no se trata de participaciones muy sofisticadas, sino de cosas muy simples y directas. Por ejemplo, cuando en el contexto formalmente serio de un noticiero se incluye la presencia de un astrólogo no se está dando solamente un toque de color, se está transmitiendo al televidente que, en el fondo, de casi nada valen sus esfuerzos porque todo está determinado por la influencia de algo inmanejable (los astros).
Como propuesta es sumamente desmovilizadora. Vale pensar si en una sociedad donde la disgregación es moneda corriente, este tipo de propuestas no se convierten en francamente perjudiciales. Lo mismo puede decirse de un concurso de belleza (física, moderna forma de racismo) y de montones de programas de "entretenimientos" que bajo una máscara de frivolidad transmiten constantemente escalas de valores que lo único que tienen de frívolo es la superficialidad mental de los que hacen el programa. Por si no está dicho todavía, lo digo: hay un alto grado de ignorancia, de irresponsabilidad y/o de mala intención en los contenidos de los mensajes que se emiten diariamente a multitudes de seres humanos intelectualmente indefensos. Frente a esta escuela, tenemos derecho a cuidar de nosotros como sociedad, a regular nuestra formación, a buscar la salud mental a ser coherentes entre lo que somos, lo que queremos ser y lo que nos decimos."


8 de Julio de 1994
A los 45 años de edad fallece en Buenos Aires, Carlos Abrevaya. Periodista y escritor caracterizado por su estilo irreverente en el que el humor obra como instrumento para criticar la realidad. Autor de Medios Locos, Desnudo y Sin Documentos y La Ética de los Periodistas Argentinos.
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viernes, 1 de julio de 2011

Cancionero Popular

Como yo lo siento - Milonga
Letra y Música: Osiris Rodríguez Castillo
No venga a tasarme el campo
con ojos de forastero
porque no es como aparenta...
si no como yo lo siento.
Yo soy cardo d´estos llanos,
totoral de estos esteros
ñapindá de aquellos montes
piedra mora de nis cerros.
Y... no va a creer si le digo
que hace poco lo comprendo.
Debajo de este arbolito
suelo amarguiar en silencio...
¡ Si habré lavado cebaduras
pa´imitar y conocerlo!
No da leña ni pa´un frío...
No da flor ni pa´ remedio.
Y es un pañuelo de luto
la sombra en que me guarezco.
No tiene un pájaro amigo
pero, pa´mi es compañero.
Pa´ que mentar ni tapera...
¡Velay, si se está cayendo!
¡La han rigorea de agostos
de una pobchada de inviernos!
La vi quedarse vacía.
La vi poblarse e´recuerdos...
sólo pa´no abandonarme
Le hace pata ancha a los vientos.
¡Y con goteras de luna
quiere estrellar mis desvelos!
Mi pago conserva cosas
guardadas en su silencio,
que yo gané campo afuera;
que yo perdí... tiempo adentro.
No venga a tasarme el campo
con ojos de forastero
porque no es como aparenta
si no como yo lo siento.
¡Su cinto no tiene plata
ni pa´pagar mis recuerdos!

*

Buenos Aires: Destino - Canción
Letra: Jorge Luis Borges
Música: Jairo
Y la ciudad, ahora, es como un plano
de mis humillaciones y fracasos;
desde esta puerta he visto los ocasos
y ante ese mármol he aguardado en vano.
Aquí el incierto ayer y el hoy distinto
me han deparado los comunes casos
de toda suerte humana; aquí mis pasos
urden su incalculable laberinto.
Aquí la tarde cenicienta espera
el fruto que le debe la mañana;
aquí ni sombra en la no menos vana
sombra final se perderá ligera.
No nos une el amor, sino el espanto;
será por eso que la quiero tanto.

*

Guitarra, guitarra mía - Estilo Criollo
Letra: Alfredo Le Pera Música: Carlos Gardel
Guitarra, guitarra mía,
por los caminos del viento
vuelan en tus armonías
coraje, amor y lamento.
Lanzas criollas de antaño
a tu conjuro pelearon.
Mi china, oyendo tu canto,
Sus hondas pupilas
de pena lloraron.
Guitarra, guitarra criolla,
¡dile que es mío ese llanto!
Azules noches pampeanas
donde calmé sus enojos.
Hay dos estrellas que mueren
cuando se duermen sus ojos.
Guitarra de mis amores,
con tu penacho sonoro
vas remolcando mis ansias
por rutas marchitas
que empolvan dolores.
Guitarra noble y florida,
¡calla y ella me olvida!
Midiendo enormes distancias,
hoy brotan de tu encordado
sones que tienen fragancias
de un tiempo gaucho olvidado.
Cuando se eleva tu canto,
¡cómo se aclara la vida!
A veces tienen sus cuerdas
Caricias de dulces
trenzas renegridas.
¡Cómo ave azul sin amarras,
así es mi criolla guitarra!

*

Jacinto Chiclana – Milonga
Letra: Jorge Luis Borges Música: Astor Piazzolla
Me acuerdo, fue en Balvanera,
en una noche lejana,
que alguien dejó caer el nombre
de un tal Jacinto Chiclana.
Algo se dijo también
de una esquina y un cuchillo.
Los años no dejan ver
el entrevero y el brillo.
¡Quién sabe por qué razón
me anda buscando ese nombre!
Me gustaría saber
cómo habrá sido aquel hombre.
Alto lo veo y cabal,
con el alma comedida;
capaz de no alzar la voz
y de jugarse la vida.
Nadie con paso más firme
habrá pisado la tierra.
Nadie habrá habido como él
en el amor y en la guerra.
Sobre la huerta y el patio,
las torres de Balvanera
y aquella muerte casual,
en una esquina cualquiera.
Sólo Dios puede saber
la laya fiel de aquel hombre.
Señores, yo estoy cantando
lo que se cifra en el nombre.
Siempre el coraje es mejor.
La esperanza nunca es vana.
Vaya, pues, esta milonga
para Jacinto Chiclana.

*

Milonga del Peón de Campo – Milonga
Letra: Atahualpa Yupanqui Música: José Razzano
Yo nunca tuve tropilla;
siempre he montado en ajeno.
Tuve un zaino que, de bueno, ni pisaba la gramilla.
Paso una vida sencilla,
como es la del pobre pión:
madrugón tras madrugón,
con lluvia, escarcha o pampero...
A veces me duele fiero los hígados y el riñón.
Soy pión de la Estancia Vieja,
partido de Magdalena,
y aunque no valga la pena,
anote... que no son quejas;
una tranquera con rejas,
un jardín grande, un chalet,
lo recibirá un valet
que anda siempre disfrazado,
mas no se me asuste cuñao,
y por mí pregúntele,
Ni se le ocurra explicar que llega pa´ visitarme
diga que viene a cobrarme
y lo han de dejar pasar.
El hombre le va a indicar que siga los ucalitos;
al final está el ranchito
que han levantao estas manos;
ésa es mi casa, paisano,
¡ahí puede pegar el grito!
Allá le voy a mostrar
mi mancarrón, mis dos perros,
unas espuelas de fierro
y un montón de cosas más.
Si es entendido, verá un poncho de fina trama,
y el retrato de mi Mamá
que es ande rezo pensando,
mientras lo voy adornando
con florcitas de retama...
¿Qué puede ofertar un pión
que no sean sus pobrezas?
A veces me entra tristeza
Y otras veces, rebelión.
En más de alguna ocasión quisiera hacerme perdiz,
pa´ probar de ser feliz
en algún pago lejano.
Pero a la verdad, paisano,
¡me gusta el aire de aquí!

*

Sueño de Juventud – Vals
Letra y Música: Enrique Santos Discépolo
Sufres porque me aleja
la fe de un mañana
que busco afanoso
tan sólo por ti.
Y es un collar de estrellas
que tibio desgranan
tus ojos hermosos
llorándome así.
Sueño de juventud
que muere en tu adiós,
tímida remembranza
que añoraré;
canto de una esperanza
que ambicioné,
acariciando tu alma
en mi soledad.
Mi pobre corazón
no sabe pensar
y al ver que lo alejan de ti
sólo sabe llorar,
sólo sabe gemir,
sangrando al morir
en tu adiós.
Lírico amor primero,
caricia y tortura,
castigo y dulzura
de mi amanecer.
Yo acunaré en un canto
tu inmensa ternura
buscando en mi cielo
tu imagen de ayer.

*
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"No es posible quedarse a contemplar el ombligo de ayer y no ver el cordón umbilical que aparece a medida que todos los días nace una nueva Argentina a través de los jóvenes. No se lamenten los viejos de que los recién venidos ocupen los primeros puestos de la fila; porque siempre es así: se gana con los nuevos."

de

Pensamiento vivo

“La falsificación (de la historia) ha perseguido precisamente esta finalidad: impedir, a través de la desfiguración del pasado, que los argentinos poseamos la técnica, la aptitud para concebir y realizar una política nacional. Mucha gente no entiende la necesidad del revisionismo porque no comprende que la falsificación de la historia es una política de la historia, destinada a privarnos de experiencia que es la sabiduría madre.”
(...) “Pero se sigue adoctrinando sistemáticamente en la enseñanza de la historia para lo cual los réprobos son los que defendían la soberanía y los próceres los que la traicionaban para fines institucionales.”
(...) “Ese es el gran problema argentino: es el de la Inteligencia que no quiere entender que son las condiciones locales las que deben determinar el pensamiento político y económico.”

“El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza”
"Todos los sectores sociales deben estar unidos verticalmente por el destino común de la Nación (...) Se hace imposible pensar la política social sin una política nacional."

Arturo Jauretche

13 de noviembre de 1901 / 25 de mayo de 1974

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