sábado, 15 de octubre de 2011

Julián Centeya


Amleto Enrique Vergiati

Julián Centeya

15 de Octubre de 1910 – 26 de Julio de 1974


El 26 de julio de 1974, día en que se cumplían 32 años de la muerte de Roberto Arlt y 22 años de la muerte de Eva Perón, se nos fue para el barrio de donde no se vuelve el hombre gris de Buenos Aires Amleto Vergiatti mas conocido como Julián Centeya.

Había nacido en Italia, allá por 1910, en el pueblo de Borgotaro, en la provincia de Parma, la última ciudad -recordaba él- que se rindió al fascismo. Mi viejo -recuerda Julián- Carlos Vergiatti, era periodista; trabajaba en el diario socialista "Avanti", del cual era jefe de redacción Benito Musolini, quien andaba en amores con una rusa Angélica Balavanof.

Después de la marcha sobre Roma, 1920, la represión se descargó sobre la izquierda en Italia y el exilio se ofreció como única posibilidad de subsistir. Mi viejo tuvo que venirse como refugiado político con mi vieja, mis dos hermanas, yo y un perro que llamábamos Pri Pri. Y al mentar a su viejo, Julián se amasija en el recuerdo, como reclamando la posibilidad de volver a verlo, siquiera un minuto, como antes.


ATORRO

Encanutado en la última pilcha
negao a todo
piantado de mí
En la pinchada que da el atorro
como de nada
puesto en el forro
de un jonca e' pino me iré de aquí
Linda sbrufata la de mi vida
me puso chanta "mamá" miseria
si todo ha sido una piojería
no se dió una, siempre en la vía
pa mi cincharla fue cosa seria
Sobre mi llaga pasé la lengua
cuando la chanta se tomó el piro
y en la mentira de otra salvada
me jugué el todo, quedé sin nada
si es de milagro creé, que respiro
"No tuve un llanto que me llorara
y no habrá un llanto cuando finisca
"solari y rosi"
voy de zarpada
y cuando se haga, no habrá mancada
que otro baraje para esa brisca
Algún gomía de esos que quedan
rante y polenta como Barquina
batirá el justo de la pulpeta
y acaso cuente que fui un poeta
dueño del mundo que da la esquina
y que no tuve más berretines
que los comunes
que fuí sencillo
hecho a ternura, solo en la yeca
con horizontes que me dio el feca
sin otra cosa que un cuore e' grillo
No quiero nada
no se escapelen
paz de lamentos
si me voy piola
En el finirla está la salvada
se va conmigo mi alma cansada
que hace diez siglos no quiere lolas.


*


Habré de inventarme una puteada esdrújula
para arrojarla contra la vidriera del mundo
y contársela después a Cendrás y a Rimbaud
que tan mierdamente vivieron como yo
Claro que habré de inventarme una puteada esdrújula
porque yo me he desentendido de un Dios
que permitió que César Vallejo se muriera de hambre
la tarde de un día gris que contabilizaba sus piojos
Habré de inventarme una puteada esdrújula
Ud dese por invitado. Se lo merece.
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viernes, 14 de octubre de 2011

Evaristo Carriego

Evaristo Carriego

7 de Mayo de 1883 – 13 de Octubre de 1912

Poeta argentino nacido en Paraná, Entre Ríos en 1883.
Se educó en Buenos Aires, y desde joven participó en tertulias literarias y movimientos de tipo intelectual.
Escribió en diversas publicaciones de la época, como «La Protesta», «Ideas», «Caras y caretas» y otras.
Su obra literaria se extendió al teatro y al cuento, dejando dejando varias publicaciones junto a su único libro
de versos editado en vida, «Misas herejes», en 1908.
Después de su muerte, ocurrida en 1912, se publicó el conjunto de su producción poética con el título de
«Poemas póstumos» y «La canción del barrio».

Como un deslumbramiento de rubias primaveras...

Como un deslumbramiento de rubias primaveras
irradian y perfuman las dichas prisioneras
de todos tus encantos ¡Oh, poemas paganos!
Heroína y señora de rondeles galanos:

Para que siempre puedas orquestar tus mañanas
calandrias y zorzales mis selvas entrerrianas
te ofrecen en mis trovas. Que en todos los momentos
te den las grandes liras sus más nobles acentos,

y revienten las yemas donde el placer anida,
en las exaltaciones gloriosas de la vida
que surgen en el cálido floreal de tus horas,
como un carmen de auroras, ¡eternamente auroras!

Conversando

El libro sin abrir y el vaso lleno.
-Con esto, para mí, nada hay ausente-.
Podemos conversar tranquilamente:
la excelencia del vino me hace bueno.

Hermano, ya lo ves, ni una exigencia
me reprocha la vida..., así me agrada;
de lo demás no quiero saber nada...
Practico una virtud: la indiferencia.

Me disgusta tener preocupaciones
que hayan de conmoverme. En mis rincones
vivo la vida a la manera eximia

del que es feliz, porque en verdad te digo:
la esposa del señor de la vendimia
se ha fugado conmigo...

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miércoles, 12 de octubre de 2011

Gabino Ezeiza

Gabino Ezeiza

3 de Febrero de 1858 – 12 de Octubre de 1916


Gabino Ezeiza nació el 3 de febrero de 1858 en un barrio que desde la segunda mitad del siglo XIX fue cuna de payadores, poetas y artistas. Nació en San Telmo, donde los investigadores estiman que debutó como payador a los 14 años en la pulpería de Pancho Luna. El poeta y músico Gabino Ezeiza fue uno de los más reconocidos payadores. Por su sorprendente facilidad para la improvisación se hizo célebre como cantor popular. Compuso más de 500 composiciones. Tenía una aptitud estupenda para hacer versos. Los improvisaba en el momento y como tenía un oído perfecto para la medida, la cadencia y la rima, le salían perfectos. Sus hazañas fueron conocidas y frecuentes los encuentros y desafíos con otros payadores.
Por citar algunos ejemplos, en 1891 sostuvo una payada con Nemesio Trejo que resultó memorable ya que duró tres noches. En 1902 se enfrentó con José Betinotti, quien luego se convirtió en su discípulo, en un circo que funcionaba en Venezuela y Maza, en el barrio de Boedo.
Francisco Pi y Suñer escribió: "Fue el trovador de la pampa. En aquellos tiempos de escasísima población en que la Argentina vivía la vida de los pueblos pastores, fue el bardo errante y vagabundo que iba con su guitarra de rancho en rancho y de pulpería en pulpería, glosando los acontecimientos más notables, recordando los altos hechos de los hombres ilustres, llevando a todas partes las palpitaciones del alma nacional. Hijo del pueblo y entre el pueblo criado, se identificaba con el paisano, con el hombre del pueblo y en forma poética y solemne le cantaba sus cuitas y sus alegrías, sus esperanzas y sus anhelos". Hasta la aparición de Gabino Ezeiza el canto de los payadores se caracterizó por ser anónimo. La payada de contrapunto, difícil arte a base de pura improvisación, fue cultivada por muy pocos elegidos que dejaron sus coplas de pueblo en pueblo. Gabino Ezeiza es recordado como uno de los más famosos en el arte de payar, tanto en su tierra argentina como en el Uruguay. Sus contrapuntos pasaron a la historia. Siempre se recuerda el que mantuvo en Paysandú (Uruguay) con el mentado oriental Juan de Nava el 23 de julio de 1884. Ese encuentro fue presenciado por un auditorio numeroso y ante el estado adverso hacia él del público oriental, improvisó allí la que sería la canción "Heroico Paysandú". En recuerdo de esa payada, en Argentina se celebra el 23 de julio como Día del Payador. Además de recorrer los pueblos del interior con su arte y su guitarra, lo hizo también con un circo de su propiedad: el llamado "Pabellón Argentino", que perdió en un incendio en el año 1893. Grabó discos, y recopiló sus versos en el folleto "Cantos a la Patria". Tanto Gardel como Razzano lo conocieron en los comités políticos a principios del siglo pasado, como a casi todos los payadores de aquel tiempo. Ese conocimiento se hizo trato amigo en la rueda del popular "Café de los Angelitos", en Rivadavia y Rincón. Una placa colocada en Azul 92, en el barrio de Flores, recuerda al negro Gabino Ezeiza. Allí, a los 58 años murió en su humilde casa, pobre como todos los juglares del pueblo, el mismo día que Yrigoyen, del cual fue un fervoroso seguidor, asumió la presidencia en 1916.


Famosa payada entre el Negro Gabino y Juan Nava


Heroico Paysandu

Heroico Paysandú yo te saludo
hermano de la patria en que nací
tus triunfos y tus glorias ofrecerte
te canto de mi patria como aquí
yo guardo este recuerdo de mi patria
pegado en una brisa tu canción
el hijo del temblor de tu saliente
tu más grande y sublime inspiración
hermanos en las luchas y en las glorias
la mina de quien amo y su candor
con ecos nacionales de la historia
queriendo proclamarme vencedor
Heroico Paysandú yo te saludo
la troya y gloria americana por tener
saludo a este pueblo de valientes
y juro de los bravos treinta y tres.
Heroico Paysandú yo te saludo
hermano de la patria en que nací
tus triunfos y tus glorias ofrecerte
te canto de mi patria como aquí.


A orillas del Plata

Bogaba un marino
del Plata a la orilla,
en una barquilla
con increíble afán.
Cortando las olas
que al verse vencidas,
van y embravecidas
en las toscas dan.
Mas llega la barca
de la tosca al lado,
feliz ha llegado
y en tierra saltó
alegre el marino
risueño el semblante
y luego al instante
la barca amarró.

Con paso seguro
casi a la carrera,
cruza la reguera
luego se paró,
en una casita
de pobre apariencia,
luego con las manos
las palmas batió.
Se abrió una ventana
y apareció ella,
una joven bella
-¿quién va? – preguntó,
-¿ya no me conoces?-
contestó el marino,
-¡Soy yo, prenda amada!-
y la puerta se abrió


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lunes, 10 de octubre de 2011

Antonio Di Benedetto

Antonio Di Benedetto

2 de Noviembre de 1922 – 10 de Octubre de 1986


Antonio Di Benedetto nació en Mendoza el 2 de noviembre de 1922. Luego de cursar algunos años de abogacía, se dedicó al periodismo. El gobierno de Francia lo becó para realizar estudios superiores en esa especialidad. Como periodista fue subdirector del diario `Los Andes`, y corresponsal del diario `La Prensa`.
En 1953 publicó su primer libro, Mundo animal, con el que inició su brillante carrera de escritor cuya cima fue la novela Zama, acaso una de las más grandes novelas de la literatura argentina.
Antonio Di Benedetto recibió numerosos premios y distinciones por su labor: el gobierno italiano lo condecoró como caballero de la Orden de mérito en 1969, en 1971 la medalla de oro de Alliance Française, en 1973 fue designado miembro fundador del Club de los XIII, y un año después recibió la Beca Guggenheim. Di Benedetto ocupa un destacado lugar en la narrativa contemporánea argentina. Para ello lo acreditan su personalísimo estilo, su capacidad de crear personajes vivos, su facultad inventiva, su aguda captación sensorial y su activa intencionalidad poética de remodelador del mundo.
En Zama, alcanzó su culminación el realismo profundo de Di Benedetto, fuerte, cruel, incisivo, supera las apariencias de las cosas y acoge en su seno los productos de la más pura fantasía creadora. En 1976, pocas horas después del golpe militar del 24 de marzo, Di Benedetto fue secuestrado por el ejército. Creo que nunca estaré seguro que fui encarcelado por algo que publiqué. Mi sufrimiento hubiese sido menor si alguna vez me hubieran dicho qué exactamente. Pero no lo supe. Esta incertidumbre es la más horrorosa de las torturas`, diría años más tarde. Humillado, golpeado y destrozado anímicamente, fue excarcelado el 4 de septiembre de 1977 y se exilió en Estados Unidos, Francia y España. Regresó definitivamente a la Argentina en 1985. Murió víctima de un derrame cerebral el 10 de octubre de 1986 en Buenos Aires.



Aballay (Fragmento final)
...de Antonio Di Benedetto


Después de unos cien años de rivalizarse, ninguno ganó en morirse. Los dos quedaron sin gestos justito en el mismo instante, y se secaron de a poco. Después se desmenuzaron como un par de panes viejos.
No pasó sin huella para el montado esta fantasía de la noche: le marcó ondas graves de desabrimiento y melancolía. Siempre piensa en el gurí que le hincó la mirada. Pasan años. Un día se encuentra con esa mirada. Sabe que el niño, hecho hombre, viene a cobrarse. Lo ha seguido el mozo. Lo topa en el cañaveral. Podría parecer un santón de poca edad, en digno caballo.
Trae templados los ojos, pero decididos. Igual que Aballay, está en harapos.
Le comunica:
- Lo he buscado.
- ¿Mucho tiempo?
- Toda mi vida, desde que crecí. No pregunta, afirma:
- Conoció a mi padre.
Sería ocioso preguntarle quién es él y quién era su padre.
Le pide:
- Señor, eche pie a tierra.
Aballay decide que tampoco por este motivo puede. Además, esta rumiando que no debe revelar el porqué: parecería un disimulo del miedo. Como demora en su cavilación, padece que el otro lo apure.
- Señor, he venido a pelearlo.
Aballay hace un gesto sereno, que muestra conformidad, y el joven resume:
-Sé que tiene fama de que no se baja nunca del caballo. Tendré que bajarlo. Le ofrecía, no más, la ocasión de un frente en que los dos pisemos firme. Si usted no la quiere, me acomodaré a su modo.
Lentamente, del dorso desenvaina el facón cruzado, que es largo como la búsqueda que ha terminado.
Ágil y rápido, Aballay se inclina pronunciadamente y con incisión certera y enérgico forcejeo corta una caña gruesa y poderosa como de más de un metro. Toma posición, con ella en ristre igual que lanza y ya ha guardado en la faja la hoja triangular del cuchillito.
El desafiante se asombra:
- ¿No tiene cuchillo que valga?... ¿Ni ese cortón piensa usar?
Pero ni más palabras usa Aballay, aguarda. No quiere matar, pero opondrá defensa.
Luchan. Con la caña hostiga y lastima superficialmente. Busca herirle la mano que empuña el arma, para que la suelte. El contendor lo pasa a la carrera, por el costado, bajando planazos que aciertan y escuecen. Vuelve y suelta un mandoble de partir la cara. Aballay esquiva y lo que corta el facón es la caña, formándole un chanfle perfecto. Aballay, por instinto, la mantiene rígida y no afloja. Con el extremo por ese azar afilado, la caña se incrusta en la boca del retador que atropella, y se la destroza. Resbala, manoteando inútilmente el pretendido sostén de las riendas. Desde arriba, Aballay lo estudia, un segundo. No ha cometido lo que no quería: matar otra vez. Compasión y náusea le causa la efusión de sangre que ahoga los ayes y enturbia el bramido. Desmonta a dar socorro y llega hasta el vencido, pero lo bloquea su ley: no bajar al suelo, y lo ha hecho. Angustiado, levanta la mirada, para consultar, y por su cuenta resuelve que en esta ocasión será justo que permanezca todo lo que haga falta. El instante de vacilación basta para que el vengador, de abajo, alce la punta del cuchillo y le abra el vientre. Aballay cae, perdiendo aceleradamente las energías, y lo que se embota primero es el sufrimiento de la cortadura. Alcanza a saber que su cuerpo, ya siempre, quedará unido a la tierra. Con el pensamiento velado, borronea disculpas: "Por causa de fuerza mayor, ha sido...". Aballay, tendido en el polvo, se está muriendo, con una dolorosa sonrisa en los labios.
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sábado, 8 de octubre de 2011

Martha Lynch

Martha Lynch

8 de Marzo de 1925 – 8 de Octubre de 1985


MARTA LYNCH.

Nació en La Plata el 8 de marzo de 1925, como Marta Lía Frigerio, se casó con un abogado de la clase alta argentina, con el que tuvo tres hijos, y con cuyo apellido firmó sus obras. Estudió literatura en la facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y describió con su obra y con el derrotero de su vida, el drama, las contradicciones y los vaivenes políticos y sociales de nuestro país. Entre 1956 y 1958 actuó en el Comité Nacional Radical junto a Arturo Frondizi, con quien estuvo vinculada afectivamente y militó en el desarrollismo en la década del sesenta, en 1973 fue invitada a ocupar el charter que regresaba a Perón del exilio, en los primeros setenta se fascinó con el movimiento Montoneros, interpretó la violencia guerrillera y escribió, en torno a la figura del Che, El cruce del río; renegó de todo ello en 1976, al instalarse la dictadura militar, que defendió con fervor fuera del país. Se la vinculó afectivamente con el represor Emilio Massera, a quien en algún momento asesoró en la revisión de sus discursos, pero estuvo entre los pocos personajes públicos que reclamaron por la aparición con vida de Haroldo Conti, y en sus últimos años adhirió al radicalismo que impulsaba Raúl Alfonsín. Ficcionalizó al ex presidente Frondizi en La alfombra roja y a Massera como el Vargas deInforme bajo llave, quizás la primera novela argentina donde se narran la represión y la desaparición de personas.
Publicó: La alfombra roja - Al vencedor - Los cuentos tristes - La señora Ordóñez - Cuentos de colores - El cruce del río - Un árbol lleno de manzanas - Los dedos de la mano - La penúltima versión de la Colorada Villanueva - Los años de fuego - Páginas de Marta Lynch - Toda la función y La despedida - Informe bajo llave - No te duermas, no me dejes


Abrumada por una fuerte crisis depresiva, se suicidó el 8 de octubre de 1985. Obtuvo el premio Municipal de Literatura por Cuentos de colores y fue jurado del Premio Casa de las Américas. En los años 80, La señora Ordóñez fue adaptada a la televisión, bajo la dirección de María Herminia Avellaneda y con Luisina Brando en el rol protagónico.


Informe bajo llave
(Fragmento)

Usted, mi siquiatra, mi amable componedor, recibía mis cartas, las recibe, está apilando en sus cajones las entregas de este largo informe, cada día más secreto, quizá más peligroso. Bajo llave; échale llave a la forma como se quebranta mi voluntad, como se resquebraja y pudre lo que nació sano y normal, con buena voluntad, salud admirable, cierta dosis de ansiedad manifiesta. Contemos entre ambos las desapariciones y las reapariciones. Cada día una nueva vuelta de tuerca hacía crujir las vértebras del cuello y dejaba ver un poco más la lengua del ahogado. Sin embargo, en medio del marasmo distingo las fases del poder. Estoy tratando con una parte importante de la vida de todos. [...] La historia se ha tejido con algo que participa de esta blandura. Es un tronco podrido, un invernadero. Una flor carnívora, cortada y que huele a muerto. Se pudren los estratos que recorro con Vargas y se pudren los escalones por los que transitan mis compatriotas. [...] Un país está bañado en sustancias venenosas como ésta. Y yo confundo la aventura personal con la colectiva. Participo de un festín del que me atribuyen una parte secreta. Guárdela con llave, bajo llave. Comparta mi desasosiego.

La penúltima versión de la Colorada Villanueva
(Fragmento)

Entra en la habitación como si algo -¿el aire?- la empujase hacia adelante. Entra, respirando ansiosamente por la boca sobre la que se conserva un aire niño, quizá, los dientes algo prominentes, no mucho, sí lo suficiente para dar a su fisonomía aquel envidiable aire juvenil, aire de zorra, zorra también en el pelaje rojizo que ondea algunos centímetros arriba de los hombros; rojizo con ayuda de Joseph y así es Joseph quien la llama afectuosamente: su turno, venga de una vez, Colorada. La llamaban Colorada sus padres, sus maestros, los chicos de la cuadra, único ámbito memorable por el que transitó su infancia. Y aunque no lo era del todo – oh no, sólo una argentina típica y castaña- siempre le gustó el apodo. De adolescente, hurgaba sus brazos y sus piernas para descubrir el vello rojizo que la destacaba entre las demás. Una colorada en el barrio de Belgrano, Buenos Aires, no era común. Y entra, echando aires, un poco porque siempre le ha costado desplazarse –sus pulmones, su tos constante-, otro tanto porque ha crecido, ya es casi lo que la gente llama una mujer mayor; y de mayor se va perdiendo la seguridad en el trato, la forma de mantenerse erguida o de sentarse. Como un viento de confuso origen ella siente que su estadio de mujer mayor le quita oportunidades de gracia y de estabilidad. Están las manos que –como otrora, a los trece, por ejemplo- se convierten en instrumentos difíciles de manejar. Están las piernas, más pesadas. Están los ojos y el cabello, colorado con la ayuda de Joseph, tan espeso y compacto, todavía legendario. Entra, por fin, segura al menos de que encontrará a los otros. Ellos la acompañan desde tanto tiempo atrás aun cuando se halle convencida de que lo de la compañía puede discutirse, discutir hasta desgañitarse, desgañitarse si entran a darle a la política o a los temas de la moral de hoy. Últimamente, ni siquiera es preciso remontarse tanto; cualquier tema es apto para que se atrincheren en necedades y férreas convicciones, en discusiones de hecho y derechos, alguna mezquindad, un pretendido rencor. Si compañía se llama al combate, ella tiene compañía. Y pensarlo da mayor firmeza a sus pasos y una linda expresión al rostro que, como el de todos, para algunos es bello, para otros, desastroso. Quizá a la gente mayor también la abruma –junto con la inseguridad- ese entorno ambiguo con que cada cosa de la vida se rodea, parece coexistir con la razón opuesta, esto es negro pero según le dé la luz parecerá rojizo como el pelo de la Colorada o amarillo como el pelo de Dolores que también entra, con paso alado, en la habitación.
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viernes, 7 de octubre de 2011

Ricardo Güiraldes

Ricardo Güiraldes

13 de Febrero de 1886 – 8 de Octubre de 1927

Ricardo Güiraldes y Segundo Ramirez, gaucho que inspirara el Don Segundo Sombra

Nació en Buenos Aires (Argentina) en 1886, en el seno de una familia acomodada. Su padre, Manuel, fue Intendente de Buenos Aires durante la presidencia de Roca. Su niñez transcurrió en la estancia “La Porteña”, ubicada en San Antonio de Areco, provincia de Buenos Aires. Allí vivenció el mundo campestre y la realidad del gaucho, que luego plasmó en su obra. Viajero incansable, recorrió varios países y estuvo en contacto con figuras literarias como Dostoievski, Flaubert, Wilde, Baudelaire y famosos pintores y escultores. Contrajo matrimonio en 1913 con Adelina del Carril, quien fue muy importante como apoyo del escritor. Viajó a Rusia y a la India, estimulado por su admiración a los valores orientales, despertados por la angustia interior que le ocasionó el desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial, en 1914. A partir de 1915, comenzó su labor literaria con “El cencerro de cristal”, en el cual se alternan la prosa y el verso y “Cuentos de muerte y de sangre”. En 1917, apareció “Raucho”, de carácter autobiográfico, donde expresó sus vivencias parisinas y reivindicaba la vida en la pampa. Ese año, fundó el Comité Nacional de la Juventud, junto a González Garaña, tomando posición en el conflicto bélico mundial, al propiciar la ruptura de relaciones entre Argentina y Alemania. En 1918, se publicó “Un idilio de estación”, novela breve, que a partir de 1922, se tituló “Rosaura”. En esta obra, nuevamente enaltece la vida campesina en comparación con la de la gran ciudad. Entre 1919 y1920 residió junto a su esposa en París, donde fue estimulado y elogiado por el escritor Válery Larbaud. En 1921 retornó a Argentina. En 1923, se conoció “Xaimaca”, con características impresionistas.
En 1926, surgió “Don Segundo Sombra”, su obra cumbre que lo elevaría a la fama internacional. Fue traducida al inglés, francés, alemán e italiano, entre otros idiomas. Narra la vida de Don Segundo Sombra, un gaucho con todas las características propias de él. Es valiente, astuto, ingenioso y mañero, moviéndose entre dos vidas: la del protagonista y la de su “sombra”, don Segundo. La obra lírica de Ricardo Güiraldes constituye el principal eslabón entre el modernismo y el vanguardismo de la década de 1920, en Argentina. Falleció en París, en 1927, a la edad de 41 años.

Tengo Miedo De Mirar Mi Dolor

Tengo miedo de mirar mi dolor.
No vaya a ser que me quede demasiado grande.
Prefiero calzar mi debe como una valentía de espuelas
e hincando mi pereza, que quisiera morir
cobardemente, andar con frente firme ante la
pampa yerma del dolor de los otros.
Sólo así quiero merecer.

Viajar

Asimilar horizontes. ¿Qué importa si el mundo
es plano o redondo?
Imaginarse como disgregado en la atmósfera,
que lo abraza todo.
Crear visiones de lugares venideros y saber
que siempre serán lejanos,
inalcanzables como todo ideal.
Huir lo viejo.
Mirar el filo que corta un agua espumosa
y pesada.
Arrancarse de lo conocido.
Beber lo que viene.
Tener alma de proa.

Paseo

De Río a Copacabana.
Se dispara sobre impecable asfalto,
se agujerea una montaña y se dispara,
en herradura, costeando océano
y venteándose de marisco.
El mar alinea paralelas blancas con calmos siseos.
El cielo está siempre clavado al techo,
por sus estrellas;
los morros fabrican horizontes de montaña rusa…
Y la luna calavereando.


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martes, 4 de octubre de 2011

Mercedes Sosa

Mercedes Sosa

9 de Julio de 1935 – 4 de Octubre de 2009


Corazón Libre

Te han sitiado corazón y esperan tu renuncia,
los únicos vencidos corazón, son los que no luchan
no los dejes corazón que maten la alegría,
remienda con un sueño corazón, tus alas malheridas

No te entregues corazón libre, no te entregues
no te entregues corazón libre, no te entregues

Y recuerda corazón, la infancia sin fronteras,
el tacto de la vida corazón, carne de primaveras,
se equivocan corazón, con frágiles cadenas,
más viento que raíces, corazón, destrózalas y vuela

No los oigas corazón, que sus voces no te aturdan,
serás cómplice y esclavo corazón, si es que los escuchas

Adelante corazón, sin miedo a la derrota,
durar, no es estar vivo corazón, vivir es otra cosa.


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lunes, 26 de septiembre de 2011

Alejandra Pizarnik

Alejandra Pizarnik
29 de Abril de 1936 – 25 de Septiembre de 1972

POEMAS ESCOGIDOS



Es una de las poetas más importantes de Argentina, que realizó su obra en la década del sesenta siendo una de las voces más representativas de esa generación. Su poesía, lírica, que roza el surrealismo, fue una de las que más marcó a las posteriores generaciones poéticas de este país.
Alejandra Pizarnik re-trabajó en su poesía las tradiciones románticas, simbolistas y surrealistas. Su poesía se encargó de poner en escena lo desgarrador del silencio creativo, abriendo una puerta para las nuevas mujeres poetas, para trabajar sobre ese material. En esta página encontrarás una importante selección de su obra; incluyendo por primera vez poemas de su primer libro.

Lejanía

Mi ser henchido de barcos blancos.
Mi ser reventando sentires.
Toda yo bajo las reminiscencias de tus ojos.
Quiero destruir la picazón de tus pestañas.
Quiero rehuir la inquietud de tus labios.
Porqué tu visión fantasmagórica redondea los cálices de estas horas?


Noche

Correr no sé donde
aquí o allá
singulares recodos desnudos
basta correr!
trenzas sujetan mi anochecer
de caspa y agua colonia
rosa quemada fósforo de cera
creación sincera en surco capilar
la noche desanuda su bagaje
de blancos y negros
tirar detener su devenir


Sueño

Estallará la isla del recuerdo.
La vida será un acto de candor.
Prisión
para los días sin retorno.
Mañana
los monstruos del buque destruirán la playa
sobre el vidrio del misterio.
Mañana
la carta desconocida encontrará las manos del alma.


La Última Inocencia

Partir
en cuerpo y alma
partir.

Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más formar fila para morir.

He de partir

Pero arremete ¡viajera!


A la espera de la oscuridad

Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.
Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.
Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos


Poema para Emily Dickinson

Del otro lado de la noche
la espera su nombre,
su subrepticio anhelo de vivir,
¡del otro lado de la noche!
Algo llora en el aire,
los sonidos diseñan el alba.
Ella piensa en la eternidad.



Tiempo

a Olga Orozco

Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla.
Mi infancia y su perfume
a pájaro acariciado.

La Carencia
Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.


Azul


mis manos crecían con música
detrás de las flores
pero ahora
por qué te busco, noche,
por qué duermo con tus muertos

Fiesta en el vacío
Como el viento sin alas encerrado en mis ojos
es la llamada de la muerte.
Sólo un ángel me enlazará al sol.
Dónde el ángel,
dónde su palabra.
Oh perforar con vino la suave necesidad de ser.


La única herida

¿Qué bestia caída de pasmo
se arrastra por mi sangre
y quiere salvarse?
He aquí lo difícil:
caminar por las calles
y señalar el cielo o la tierra.
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jueves, 22 de septiembre de 2011

Nicolás Olivari

Nicolás Olivari

8 de Septiembre de 1900 – 22 de Septiembre de 1966


Escritor argentino. Desde muy joven dio rienda suelta a sus inquietudes literarias, que le llevaron a formar parte de los principales grupos culturales y estéticos de su país.

Así, se dio a conocer como integrante del grupo Boedo, para pasar después a engrosar las filas del grupo Florida, congregado alrededor de la revista literaria Martín Fierro, una de las empresas culturales más fecundas del momento.

Los martinfierristas se constituyeron en la avanzadilla de las vanguardias que, hacia la primera posguerra, dominaron el panorama de la cultura occidental. En general, todos ellos asumieron plenamente los postulados ultraístas, cuya poética privilegia el uso intensivo de la metáfora, por lo que lo más valioso de su producción literaria nació en el terreno de la poesía.

Su obra, que abarca diversos géneros literarios, se caracteriza por su personal tono humorístico y agresivo. De sus poesías cabe mencionar La amada infiel (1924), La musa de la mala pata (1926), El gato escaldado (1929), Los poemas rezagados (1946). Entre sus relatos figuran El hombre de la baraja y de la puñalada (1933), La noche es nuestra (1952), Un negro y un fósforo (1959).

17 de octubre

"Desde la negra barrera del otro lado de la villa,
donde el horizonte se fundía con la nada,
con salitre en la mejilla resecada
y una miel despavorida en la mirada
llegaron
los descamisados.
"Desde la fragua abierta cual granada de su sangre,
encajada en el molde de la muerte,
desde altos hornos pavorosos, crudo fuego enemigo
con las uñas carcomidas
y el cabello chamuscado en cansancio secular
sus mujeres desgreñadas por el hambre y sus crías
que no lloran porque miran,
llegaron
los descamisados.
"Sin más arma que el cansado desaliento que en sus trazos se hizo hueco
frente al río enchapado de alquitranes y petróleos,
solfatara de mil diablos expulsados,
del ansioso cielo antiguo de los pobres,
detenido en el asombro de su paso,
la pupila desbarrada en la angustia esperanzada
en un hombre que hace luz en la tiniebla,
que levanta todo aquello que se daba por perdido,
por perdido y para siempre,
llegaron
los descamisados.
"Desde el otro lado de los puentes destruidos
por la mano codiciosa de los despechados
con un grito silencioso en la grieta de los labios,
clamoroso, esperanzado,
latir azulceleste en las venas que se crispan,
levantando los racimos en las manos,
hacia un hombre presentido,
que vibraba delicado,
llegaron
los descamisados.
"Desde el taller cerrado y la fábrica con su cara
clausurada de bondad,
patinada
por el antiguo sudor de sus familiares,
invadieron la ciudad
y el grito fue invadiendo las conciencias
hasta hacerle claridad.
"Claridad junto al Líder recobrado
por su pueblo, el gran pueblo, solo el pueblo,
y para siempre... para siempre, desde entonces
es nuestro, solo nuestro, recobrado por el pueblo,
en aquel día de gloria que empezó oscuro y trágico
hasta hacerse claridad,
cuando el nombre iluminado,
mi prójimo y vecino, mi compañero y hermano,
lo rezaran con el alma, cuando llegaron
los descamisados."

[Nicolás Olivari, publicado en Democracia, 16 de octubre de 1952]

El musicante rengo

Tendrá treinta años el musicante rengo
y acaso un principio de ataraxia locomotriz.
A oír sus rapsodias a este café vengo
arrastrando mi pena como a una lombriz.

La mujer es aquélla, la blanca, la loca
mujer que a todos remira,
la pobre ya siente que toca
la inmortalidad de "Yira-Yira".

El hombre, para olvidar, bebe,
y yo bebo para olvidar:
la mujer esa debe
cocainizarse para terminar.

Entre los tres sumaremos doce lustros,
-¡y estamos tan cansados ya!-
tengamos un gesto de decadencia augusto:
hagamos un "menage a trois".

La ronda tan linda de los desgraciados:
un poeta enfermizo y desconocido,
un rengo con una cuerda que se ha terminado
y la mujer borrosa que de todos ha sido.

El rengo me mira con piadosa mofa,
la mujer me sonríe con un gesto opaco,
yo bostezo y me río de mi perruna estofa,
mientras azul se arrepiente el tabaco.
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miércoles, 21 de septiembre de 2011

José Pedroni

José Pedroni

21 de Septiembre de 1899 – 4 de Febrero de 1968


Poeta argentino. Nació en Gálvez, Provincia de Santa Fe
y murió en Esperanza Provincia de Santa Fe. Sencillo,
humano, accesible por su claridad fraterna, religioso en la intimidad
o en el hogar, compañero de la naturaleza, cantor primitivo, honesto,
revelador de un vitalismo de su propio mundo cotidiano.

Obra:

La gota de agua (Buenos Aires 1923), Gracia plena (Buenos Aires, 1925),
Poemas y palabras (Buenos Aires, 1935), Diez mujeres, romances
(Buenos Aires, 1941, 2da.Ed., 1945), Nuevos cantos (Buenos Aires, 1944),
Canto a Cuba (Buenos Aires, 1960), Cantos del hombre libre
(Santa Fe, Argentina, 1960), La hoja voladora (Buenos Aires, 1961),
El nivel y su lágrima (Santa Fe, 1963), Obra poética
(Rosario, Argentina, 1962, 2 vols.).


Poema Indio

Quien ordenó la carga del arado
ordenaba tu muerte el mismo día.
Ella tuvo lugar junto al Salado
con paloma y calandria, a mano fría.
No te valió tu entrega de venado
frente al duro invasor que te temía.
No te valió tu miel de despojado.
Sólo la dulce espiga te quiera.
Descendiente de gringo y su pecado,
por cementerio de tu alfarería,
a lo largo del río voy callado.
La culpa de tu muerte es culpa mía.
Indio, dime que soy tu perdonado
por el trigo inocente que nacía.


Poema Maternidad
(Fragmento)

Mujer: en un silencio que me sabrá a ternura,
durante nueve lunas crecerá tu cintura;
y en el mes de la siega tendrás color de espiga,
vestirás simplemente y andarás con fatiga.
-El hueco de tu almohada tendrá un olor a nido,
y a vino derramado nuestro mantel tendido-,
Si mi mano te toca,
tu voz, con vergüenza, se romperá en tu boca
lo mismo que una copa.
El cielo de tus ojos será un cielo nublado.
Tu cuerpo todo entero, como un vaso rajado
que pierde un agua limpia. Tú mirada un rocío.
Tu sonrisa la sombra de un pájaro en el río…
Y un día, un dulce día, quizá un día de fiesta
para el hombre de pala y la mujer de cesta;
el día que las madres y la recién casadas
vienen por los caminos a las mismas cantadas;
el día que la moza luce su cara fresca,
y el cargador no carga, y el pescador no pesca…
-tal vez el sol deslumbre; quizá la luna grata
tenga catorce noches y espolvoree plata
sobre la paz del monte; tal vez el villaje
llueva calladamente; quizá yo esté de viaje…-
Un día un dulce día con manso sufrimiento,
te romperás cargada como una rama al viento,
y será el regocijo
de besarte las manos, y de hallar en el hijo
tu misma frente simple, tu boca, tu mirada,
y un poco de mis ojos, un poco, casi nada…


Cuando me ves así

Cuando me ves así, con estos ojos
que no quieren mirarte,
es que al oírte hablar pienso en la lluvia
sin dejar de escucharte.

Porque tu voz, amiga, como el agua
rumorea el amor,
y pensando en la lluvia me parece mejor
que te escucho mejor.

Cuando me ves así, con estos ojos
que te miran sin verte,
es que a través de ti miro a mi sueño,
sin dejar de quererte.

Porque en tu suave transparencia tengo
un milagroso tul,
con el cual, para dicha de mis ojos,
todo lo veo azul.
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jueves, 15 de septiembre de 2011

Hamlet Lima Quintana

Recordando a Hamlet Lima Quintana. 
Por Carlos Patiño
15 de Septiembre de 1923 – 21 de Febrero de 2002


"1996, Guanajato, México. Hamlet Lima Quintana junto a la estatua del Quijote y Sancho Panza" (Foto inédita)

El jueves 21 de febrero de 2002 muere Hamlet Lima Quintana, estupendo poeta y realizador destacado de ese arte tan difícil -aunque a algunos les parezca más sencillo que escribir poemas, y no es así- que es ser letrista de canciones. Pero más que poeta y letrista de numerosas obras trascendentes -"Zamba para no morir", entre muchas otras- Hamlet fue, por sobre todo, un juglar. El último juglar que nos quedaba tras la muerte de Armando Tejada Gómez. Se llamaba en realidad Hamlet Romeo Lima. Tal vez para eludir paternos excesos "shakespereanos", en algún momento decidió eliminar a Romeo e incorporarse el apellido materno, Quintana.

Militante del viejo Partido Comunista -al que permaneció fiel toda su vid - Hamlet, desde ese lugar, tuvo una intensa vida política. Esa militancia nos juntó y nos separó muchas veces, aunque nunca afectó nuestra amistad de tantos años. En 1996 realizamos una gira por 14 estados mexicanos -en compañía del cantante pampeano radicado en México DF y ex-integrante del conjunto que acompañaba al gran artista oriental Alfredo Zitarrosa, Délfor Sombra- con un espectáculo que denominamos "Contando y cantando". Presentamos ese espectáculo de música y poemas en grandes ciudades y en pueblos pequeños de México. Fue un mes a todo viaje, repleto de anécdotas que alguna vez quizás escriba en alguna parte. Porque algo que me importa rescatar ahora, en este momento en donde hablo del amigo que -como dicen tan bien los mexicanos- "se nos adelantó", tiene que ver con la militancia en el inicio de la era de plomo de la dictadura militar. Y que acabó siendo la principal razón por la cual en junio de 1976 debí emprender un inesperado y nunca deseado camino al exilio.

¿Por dónde empezar? Hagámoslo por una noche de mayo, fines de mayo, de ese año maldito. Habían comenzado a "desaparecer" escritores: Haroldo Conti, Alberto Costa, Oscar Barros, Lucina Alvarez, Federico Moreyra, Antonio Di Benedetto, Enrique Coureau, entre otros. La SADE -Sociedad Argentina de Escritores- protestó públicamente. Ratti -cuyo nombre creo que inconscientemente no retengo- era un oscuro escritor hábil para ubicarse en el poder, Presidente de la SADE en ese momento. Había ganado las elecciones internas en alianza con el Partido Comunista, derrotando mediante el buen manejo del padrón y algunas picardías a los "ultras" de la Agrupación Gremial de Escritores que encabezaba el gran viejo Elías Castelnuovo y que contaba entre sus integrantes a Roberto Santoro, Haroldo Conti, Carlos Patiño, Alberto Costa, David Viñas y Vicente Zito Lema, entre otros muchos luchadores sociales.


En la lista de Ratti figuraba Hamlet Lima Quintana; por ende, en 1976, Hamlet era integrante de la Comisión Directiva de esa SADE. Creo, estoy convencido, que fue por contar con Hamlet en la CD que esa SADE protesta por las desapariciones. Porque, más allá de "razonables" y "ultras" políticas, internas muy en boga en esa época, Hamlet no se iba a quedar de brazos cruzados mientras desaparecían o mataban escritores. A tal punto fue así que la CD de la SADE encomendó (¿encomendó o atendió sus exigencias? Por cuanto ocurrió después, diría que más bien esto último) a Hamlet que se ocupara personalmente de todo lo relacionado con este cruel asunto.

El caso es que Videla no pudo esquivar el malestar y decidió convocar a aquel famoso "encuentro con la cultura" de junio del 76. Pero a quienes les venían bien: por supuesto a Jorge Luis Borges, como una "concesión amplia" a Ernesto Sábato y como representante del pensamiento "occidental, democrático y cristiano" al cura Castellani. Protesta la SADE por la marginación del organismo representativo de los escritores y a regañadientes se incorpora a la reunión a Ratti. Por exigencia de su aliado interno, el PC, Ratti debía cumplir con una misión: entregarle a Videla en propia mano una lista con los escritores desaparecidos, tarea que a Ratti le pareció nauseabunda y "poco diplomática". Pero la CD se mantuvo firme y Ratti debió acatar la decisión. En función de este hecho, la noche anterior a la entrevista nos reunimos en la SADE un grupo de escritores con Hamlet Lima Quintana, ultimando detalles e información sobre los hechos. Charlando del asunto nos quedamos en el comedor de la SADE hasta estar seguros de que la carpeta elaborada sería llevada por Ratti a esa entrevista.

En algún momento -los hechos se me traspapelan- recibo la confirmación de dos casos de escritores desaparecidos en esas horas, cuyos nombres no puedo precisar hoy, huyen de la memoria. Era urgente agregarlos a la carpeta. Vuelvo al comedor de la SADE rogando que Hamlet estuviera todavía, pero ya se había ido. Pedí una urgente entrevista con Ratti y le informo de las nuevas desapariciones para que los agregue a la carpeta. Sin Hamlet delante, Ratti se envalentona, golpea su escritorio y brama "ya estoy harto de abogar por estos comunistas (sic); yo no le voy a agregar un nombre más a esta carpeta sin que figure el nombre y número de socio de quien hace la denuncia". Tengo estas palabras muy grabadas, porque ese nombre y número de socio no podía ser otro que el mío, porque ya no había nadie más que yo esa noche. Y eso significaba nada más y nada menos que entregarle en propia mano al mismísimo dictador... mi sentencia de muerte. Firmé, de todos modos, pensando que tal vez alguna vida podía ser salvada y yo, bueno, a ver cómo nos arreglamos. Es decir que las dos últimas denuncias tenían, en soledad, mi nombre y número de socio. Más auto incriminación imposible.
La noche siguiente vi por televisión el resultado de esa "entrevista por la cultura" de la dictadura. El vocero fue Borges, quien dijo dos o tres cosas convencionales y nada más. La noche posterior voy a la SADE -calle Uruguay al 1200- para conocer detalles. Hamlet estaba indignado porque el "lamebotas" de Ratti había pedido disculpas al entregar la carpeta, porque Sábato no dijo una sola palabra sobre los escritores desaparecidos y sólo el cura Castellani, más bien lejos de cualquier actitud democrática, fue el único que había abogado, pero sólo por Haroldo Conti, alguna vez alumno suyo y al que calificó de "buen cristiano". A ninguno sorprendió que Borges hubiera atacado a Ratti y a la SADE por defender "subversivos".
Hamlet partió hacia lo que supongo una agitada reunión de CD -ignoraba yo que pasarían muchos años hasta que volviera a verlo- y me fui hasta Secretaría para chusmear más detalles de la entrevista. Y allí Mabel, la Secretaria, se asombra de verme y me dice que habían venido a pedir mi legajo -no dijo quiénes, pero se sobreentiendo- que mi legajo se había traspapelado pero que no se podía sostener mucho ese "traspapelamiento": tenía que irme, tenía que "rajar ya", según sus palabras. Y me "rajé ya", qué otra cosa podía hacer, habiendo yo mismo firmado mi propia sentencia. Intenté comunicarme con Hamlet, pero fue imposible.

Muchos años después, frente a Plaza de Mayo, veo la inconfundible, quijotesca, figura de Hamlet. Nos abrazamos y reanudamos nuestra vieja amistad, contentos ambos de haber sobrevivido a los "años de plomo" y de haber salvado alguna vida: la de Antonio di Benedetto, tal vez la de Federico Moreyra, tal vez alguna otra. Lloramos la muerte de tantos hermanos. Y seguimos con la poesía. Así quiero recordar a Hamlet Lima Quintana: furioso con los "lamebotas", indignado con los tibios, hacedor de tormentas entre los enemigos de la cultura. Salve, Hamlet. Y ojalá exista una buena ginebra en donde estés, sea donde fuere que vamos los poetas.


GENTE

Hay gente que con solo decir una palabra
Enciende la ilusión y los rosales;
Que con solo sonreír entre los ojos
Nos invita a viajar por otras zonas,
Nos hace recorrer toda la magia.
Hay gente que con solo dar la mano
Rompe la soledad, pone la mesa,
Sirve el puchero, coloca las guirnaldas,
Que con solo empuñar una guitarra
Hace una sinfonía de entrecasa.
Hay gente que con solo abrir la boca
Llega a todos los límites del alma,
Alimenta una flor, inventa sueños,
Hace cantar el vino en las tinajas
Y se queda después, como si nada
Y uno se va de novio con la vida
Desterrando una muerte solitaria
Pues sabe que a la vuelta de la esquina
Hay gente que es así, tan necesaria.

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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Adolfo Bioy Casares

Adolfo Bioy Casares

15 de Septiembre de 1914- 8 de Marzo de 1999


A lo largo de su trayectoria literaria, utilizó varios pseudónimos: "Martín Sacastru"; "T.M.Chang"; "El falso Swedemborg"; "H.Garro"; "H.Bustos Domecq"; "B.Suarez Lynch" y "B.Lynch Davis", algunos de los cuales encubren a Borges. Participó en diversas publicaciones periódicas como la revista Sur y el periódico La Nación. Adquirió una vasta cultura literaria, científica y filosófica; entre sus autores predilectos se encuentran: Proust, Kipling, Conrad, Eça de Queiroz, Johnson, Gibón, Kafka y Borges. En la figura de Bioy Casares confluyen el creador, el teórico y el crítico que observa y analiza no solo las obras de los demás, sino también la propia. Su exigencia en la creación literaria lo hizo desconocer sus obras anteriores a 1940 y de la que Borges dijo que era "perfecta". "No conozco la angustia del papel en blanco" expresó alguna vez el argentino, para quien la literatura era sinónimo de vida.
Artista intelectual, concibió la creación literaria como una forma de construir otras realidades que descubren los infinitos sentidos del mundo y la vida; las infinitas posibilidades que un destino tiene para realizarse. En la estética de Bioy Casares la literatura, como el universo, esta regida por leyes propias; la expresión literaria es una forma de comunicación natural y un modo de conocer en el que intervienen lo cotidiano, lo imaginario y lo metafísico. La capacidad del hombre al asombro constituye uno de los resortes de su actividad creadora. Su obra relaciona tres aspectos fundamentales: el intelectual, el sentimental y el irónico.


La invención de Morel
Fragmento

Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro. El verano se adelantó. Puse la cama cerca de la pileta de natación y estuve bañándome, hasta muy tarde.
Era imposible dormir. Dos o tres minutos afuera bastaban para convertir en sudor el agua que debía protegerme de la espantosa clama.
A la madrugada me despertó un fonógrafo. No pude volver al museo, a buscar las cosas. Huí por las barrancas. Estoy en los bajos del sur, entre plantas acuáticas, indignado por los mosquitos, con el mar o sucios arroyos hasta la cintura, viendo que anticipé absurdamente mí huida.
Creo que esa gente no vino a buscarme; tal vez no me hayan visto. Pero sigo mi destino; estoy desprovisto de todo, confinado al lugar más escaso, menos habitable de la isla; a pantanos que el mar suprime una vez por semana.
Escribo esto para dejar testimonio del adverso milagro. Si en pocos días no muero ahogado, o luchando por mi libertad, espero escribir la Defensa ante Sobrevivientes y un Elogio de Malthus.
Atacaré, en esas páginas, a los agotadores de las selvas y de los desiertos; demostraré que el mundo, con el perfeccionamiento de las policías, de los documentos, del periodismo, de la radiotelefonía, de las aduanas, hace irreparable cualquier error de la justicia, es un infierno unánime para los perseguidos.
Hasta ahora no he podido escribir sino esta hoja que ayer no preveía.
¡Cómo hay de ocupaciones en la isla solitaria! ¡Qué insuperable es la dureza de la madera! ¡Cuánto más grande es el espacio que el pájaro movedizo!
Un italiano, que vendía alfombras en Calcuta, me dio la idea de venirme; dijo (en su lengua):
—Para un perseguido, para usted, sólo hay un lugar en el mundo, pero en ese lugar no se vive. Es una isla.
Gente blanca estuvo construyendo, en 1924 más o menos, un museo, una capilla, una pileta de natación. Las obras están concluidas y abandonadas.
Lo interrumpí; quería su ayuda para el viaje; el mercader siguió:
—Ni los piratas chinos, ni el barco pintado de blanco del Instituto Rockefeller la tocan. Es el foco de una enfermedad, aún misteriosa, que mata de afuera para adentro.
Caen las uñas, el pelo, se mueren la piel y las córneas de los ojos, y el cuerpo vive ocho, quince días.
Los tripulantes de un vapor que había fondeado en la isla estaban despellejados, clavos, sin uñas —todos muertos—, cuando los encontró el crucero japonés Namura. El vapor fue hundido a cañonazos. Pero tan horrible era mi vida que resolví partir...
El italiano quiso disuadirme; logré que me ayudara.
Anoche, por centésima vez, me dormí en esta isla vacía... viendo los edificios pensaba lo que habría costado traer esas piedras, lo fácil que hubiera sido levantar un horno de ladrillos. Me dormí tarde y la música y los gritos me despertaron a la madrugada.
La vida de fugitivo me aligeró el sueño: estoy seguro de que no ha llegado ningún barco, ningún aeroplano, ningún dirigible. Sin embargo, de un momento a otro, en esta pesada noche de verano, los pajonales de la colina se han cubierto de gente que baila, que pasea y que se baña en la pileta, como veraneantes instalados desde hace tiempo en los Teques o en Marienbad.


Obra


Novelas

La invención de Morel (1940)
Plan de evasión (1945)
El sueño de los héroes (1954)
Diario de la guerra del cerdo (1969)
Dormir al Sol (1973)
La aventura de un fotógrafo en La Plata (1985)
Un campeón desparejo (1993)
De un mundo a otro (1998)

Libros de cuentos

La trama celeste (1948)
Historia prodigiosa (1956)
Guirnalda con amores (1959)
El lado de la sombra (1962)
El gran serafín (1967)
El héroe de las mujeres (1978)
Historias desaforadas (1986)
La muñeca rusa (1990)
Una magia modesta (1997)

Ensayos

La otra aventura (1968)
Memoria de la Pampa y los Gauchos (1970)
Diccionario del argentino exquisito (1971), Diccionario de palabras que no debiéramos utilizar.
De jardines ajenos: libro abierto (1997), recopilación de frases, poemas, y miscelánea diversa.

Memorias/Diarios

Memorias (1994)
Descanso de caminantes (2001)
Borges (2006), (póstumo)



Obras en colaboración con otros autores

Con Jorge Luis Borges:
Seis problemas para don Isidro Parodi (1942)
Dos fantasías memorables (1946)
Un modelo para la muerte (1946)
Cuentos breves y extraordinarios (1955)
Libro del Cielo y del Infierno (1960)
Crónicas de Bustos Domecq (1967)
Nuevos cuentos de Bustos Domecq (1977)

Con Silvina Ocampo:
Los que aman, odian (1946)
con Silvina Ocampo y Jorge Luis Borges
Antología de la Literatura Fantástica (1940)
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martes, 13 de septiembre de 2011

Mario Benedetti



de La Muerte y otras Sorpresas


El otro yo – 1950 -

Se trataba de un muchacho corriente: ... en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos en la nariz, roncaba en la siesta,...
Se llamaba Armando. Corriente en todo, menos en una cosa... tenía “otro yo”...
El “otro yo” usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su “otro yo” y le hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte, el “otro yo” era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.
Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando se despertó el “otro yo” lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al “otro yo”. Esta no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había suicidado.
Al principio la muerte del “otro yo” fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero en seguida pensó que ahora si podría ser íntegramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.
Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió a la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le llenó de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas. Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: - Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte, tan saludable –
El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír, y al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el “otro yo”.

La Noche de los Feos - 1966

Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido, desde los ochos años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia.
Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por lo que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizás eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro.
Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaba de a dos, pero además eran auténticas parejas: Esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno a saber. Todos – de la mano o del brazo – tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos las manos sueltas y crispadas.
Nos miramos las respectivas fealdades con detenimiento, con insolencia, sin curiosidad. Recorrí la hendedura de su pómulo con la garantía del desparpajo que me otorgaba mi mejilla encogida. Ella no se sonrojó. Me gustó que fuera dura, que devolviera mi inspección con una ojeada minuciosa a la zona lisa, brillante, sin barba, de mi vieja quemadura.
Por fin entramos. Nos sentamos en filas distintas, pero contiguas. Ella no podía mirarme, pero yo, aún en la penumbra, podía distinguir su nuca de pelos rubios, su oreja fresca, bien formada. Era la oreja del lado normal.
Durante una hora y cuarenta minutos admiramos las respectivas bellezas del rudo héroe y la suave heroína. Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar lo lindo. Mi animadversión la reservo para mi rostro, y a veces para Dios. También para el rostro de otros feos espantajos. Quizás debería sentir piedad, pero no puedo. La verdad es que son algo así como espejos. A veces me pregunto que suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo hundido, o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente.
La esperé a la salida. Caminé uno metros junto a ella, y luego le hablé. Cuando se detuvo y me miró, tuve la impresión que vacilaba. La invité a que charláramos un rato en un café o una confitería. De pronto aceptó.
La confitería estaba llena, pero en ese momento se desocupó una mesa. A medida que pasábamos entre la gente, quedaban a nuestras espaldas las señas, los gestos de asombro. Mis antenas están particularmente adiestradas para captar esa curiosidad enfermiza, ese inconsciente sadismo de los que tienen un rostro corriente, milagrosamente simétrico. Pero esta vez ni siquiera era necesaria mi adiestrada intuición, ya que mis oídos alcanzaban para registrar murmullos, tosecitas, falsas carrasperas. Un rostro horrible y aislado tiene evidentemente su interés, pero dos fealdades juntas constituyen en sí mismas un espectáculo mayor, poco menos que coordinado; algo que se debe mirar en compañía, junto a uno (o una) de esos bien parecidos con quienes merece compartirse el mundo.
Nos sentamos, pedimos dos helados, y ella tuvo coraje (eso también me gustó) para sacar del bolso su espejito y arreglarse el pelo. Su lindo pelo.
- ¿Qué está pensando? – pregunté –
Ella guardó el espejo y sonrió. El pozo de la mejilla cambió de forma.
- Un lugar común – dijo – tal para cual.
Hablamos largamente. A la hora y media hubo que pedir dos cafés para justificar la prolongada permanencia. De pronto me di cuenta de que tanto ella como yo estábamos hablando con una franqueza tan hiriente que amenazaba traspasar la sinceridad y convertirse en un casi equivalente a la hipocresía. Decidí tirarme a fondo.

- ¿Usted de siente excluida del mundo, verdad?
- Si, dijo... todavía mirándome
- Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es inteligente y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida.

Por primera vez no pudo sostener mi mirada

- Yo también quisiera eso. Pero hay una posibilidad ¿sabe? De que usted y yo lleguemos a algo.
- ¿Algo como qué? – preguntó -
- Como querernos caramba. O simplemente congeniar. Llámele como quiera, pero hay una posibilidad.

Ella frunció el ceño. No quería concebir esperanzas.

- Prométame no tomarme como un chiflado
- Prometo
- La posibilidad es meternos en la noche. En la noche íntegra. En lo oscuro total. ¿Me entiende?
- No
- ¡Tiene que entenderme! Lo oscuro total. Donde usted no me vea, donde yo no la vea. Su cuerpo es lindo, ¿no lo sabía?

Se sonrojó, y la hendidura de la mejilla se volvió súbitamente escarlata.

- Vivo solo, en un apartamento, y queda cerca

Levantó la cabeza y ahora si me miró preguntándome, averiguando sobre mí, tratando desesperadamente de llegar a un diagnóstico.

- Vamos – dijo

No sólo apagué la luz sino que además corrí la doble cortina. A mi lado ella respiraba. Y no era una respiración afanosa. No quiso que la ayudara a desvestirse.
Yo no veía nada. Pero igual pude darme cuenta de que ahora estaba inmóvil, a la espera. Estiré cautelosamente una mano, hasta hallar su pecho. Mi tacto me trasmitió una versión estimulante, poderosa. Así vi su vientre, su sexo. Sus manos también me vieron.
En ese instante comprendí que debía arrancarme (y arrancarla) de aquella mentira que yo mismo había fabricado. O intentado fabricar. Fue como un relámpago. No éramos eso, no éramos eso.
Tuve que recurrir a todas mis reservas de coraje, pero lo hice. Mi mano ascendió lentamente hasta su rostro, encontró el surco del horror, y empezó una lenta, convincente y convencida caricia. En realidad, mis dedos, (al principio un poco temblorosos, luego progresivamente serenos) pasaron muchas veces sobre sus lágrimas.
Entonces, cuando yo menos lo esperaba, su mano también llegó a mi cara, y pasó y repasó el costurón y el pellejo liso, esa isla sin barba, de mi marca siniestra.
Lloramos hasta el alba. Desgraciados, felices. Luego me levanté y descorrí la cortina doble.


Su amor no era sencillo
de Despistes y Franquezas

Los detuvieron por atentado al pudor.
Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse.
En realidad, su amor no era sencillo.
Él padecía claustrofobia, y ella agorafobia.
Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales.


Mucho gusto

Se habían encontrado en la barra de un bar, cada uno frente a una jarra de cerveza, y habían empezado a conversar, al principio, como es lo normal, sobre el tiempo y la crisis, luego de temas varios y no siempre racionalmente encadenados.
Al parecer el flaco era escritor; el otro un señor cualquiera. No bien supo que el flaco era literato, el señor cualquiera empezó a elogiar la condición de artista, eso que llamaba “el sencillo privilegio de poder escribir”.

- No crea que es algo tan estupendo – dijo el flaco -, también hay momentos de profundo desamparo, en los que uno llega a la conclusión de que todo lo que ha escrito es una basura. Probablemente no lo sea, pero uno asó lo cree. Mire, sin ir más lejos, no hace mucho junté todos mis inéditos (o sea el trabajo de varios años), llamé a mi mejor amigo y le dije “mirá, esto no sirve, pero comprenderás que para mí es demasiado doloroso destruirlo. Así que hazme un favor: quémalo. Júrame que lo vas a quemar”. Y me lo juró

El señor cualquiera quedó muy impresionado ante aquel gesto autocrítico, pero no se atrevió a hacer ningún comentario. Tras un buen rato en silencio, se rascó la nuca y empinó la jarra de cerveza.

- Oiga don – dijo sin pestañar – hace rato que hablamos y ni siquiera nos hemos presentado. Mi nombre es Ernesto Chávez viajante de comercio – y le tendió la mano.
- Mucho gusto – dijo el literato – oprimiéndola con sus dedos huesudos. Franz Kafka... para servirle.
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viernes, 9 de septiembre de 2011

Sarmiento (1811-1888)

Domingo Faustino Sarmiento

15 de Febrero de 1811 – 11 de Septiembre de 1888


Autor: Felipe Pigna

El 15 de febrero de 1811, nació en el Carrascal uno de los barrios más pobres de la ciudad de San Juan, Domingo Faustino Sarmiento. Los primeros "maestros" de Domingo fueron su padre José Clemente Sarmiento y su tío José Eufrasio Quiroga Sarmiento, quienes le enseñaron a leer a los cuatro años. En 1816, ingresó a una de las llamadas "Escuelas de la Patria", fundadas por los gobiernos de la Revolución, donde tuvo como educadores a los hermanos Ignacio y José Rodríguez, éstos sí maestros profesionales. Cuando terminó la primaria, su madre, Doña Paula Albarracín, quiso que estudiara para sacerdote en Córdoba, pero Domingo se negó y tramitó una beca para estudiar en Buenos Aires. No la consiguió y tuvo que quedarse en San Juan donde fue testigo de las guerras civiles que asolaban la provincia. Marchó al exilio en San Francisco del Monte, San Luís, junto a su tío, José de Oro. Allí fundaron una escuela que será el primer contacto de Sarmiento con la educación. Poco después, regresó a San Juan y comenzó a trabajar en la tienda de su tía. "La Historia de Grecia la estudié de memoria, y la de Roma enseguida…; y esto mientras vendía yerba y azúcar, y ponía mala cara a los que me venían a sacar de aquel mundo que yo había descubierto para vivir en él. Por las mañanas, después de barrida la tienda, yo estaba leyendo, y una señora pasaba para la Iglesia y volvía de ella, y sus ojos tropezaban siempre, día a día, mes a mes, con este niño inmóvil insensible a toda perturbación, sus ojos fijos sobre un libro, por lo que, meneando la cabeza, decía en su casa: ‘¡Este mocito no debe ser bueno! ¡Si fueran buenos los libros no los leería con tanto ahínco!’" En 1827, se produjo un hecho que marcará su vida: la invasión a San Juan de los montoneros de Facundo Quiroga. Decidió oponerse a Quiroga incorporándose al ejército unitario del General Paz. Con el grado de teniente, participó en varias batallas. Pero Facundo parecía por entonces imparable: tomó San Juan y Sarmiento decidió, en 1831, exiliarse en Chile. Se empleó como maestro en una escuela de la localidad de Los Andes. Sus ideas innovadoras provocaron la preocupación del gobernador. Molesto, se mudó a Pocura y fundó su propia escuela. Allí se enamoró de una alumna con quien tendrá su primera hija, Ana Faustina. En 1836, pudo regresar a San Juan y fundar su primer periódico, El Zonda. Pero al gobierno sanjuanino no le cayeron nada bien las críticas de Sarmiento y decidió, como una forma de censurarlo, aplicarle al diario un impuesto exorbitante que nadie podía pagar y que provocó el cierre de la publicación en 1840. Volvió a Chile y comenzó a tener éxito como periodista y como consejero educativo de los sucesivos gobiernos.

"¿Qué es pues un periódico? Una mezquina hoja de papel, llena de retazos, obra sin capítulos, sin prólogo, atestada de bagatelas del momento. Se vende una casa. Se compra un criado. Se ha perdido un perro, y otras mil frioleras, que al día siguiente a nadie interesan. ¿Qué es un periódico? Examinadlo mejor. ¿Qué más contiene? Noticias de países desconocidos, lejanos, cuyos sucesos no pueden interesarnos. (...) Trozos de literatura, retazos de novelas. Decretos de gobierno. (...) Un periódico es el hombre. El ciudadano, la civilización, el cielo, la tierra, lo pasado, lo presente, los crímenes, las grandes acciones, la buena o la mala administración, las necesidades del individuo, la misión del gobierno, la historia contemporánea, la historia de todos los tiempos, el siglo presente, la humanidad en general, la medida de la civilización de un pueblo." D. F. Sarmiento, El Zonda Nº 4.

En Chile, Sarmiento pudo iniciar una etapa más tranquila en su vida. Se casó con Benita, viuda de Don Castro y Calvo, adoptó a su hijo Dominguito y publicó su obra más importante: Facundo, Civilización y Barbarie. Eligió el periodismo como trinchera para luchar contra Rosas. Fundó dos nuevos periódicos: La Tribuna y La Crónica, desde los que atacó duramente a Don Juan Manuel. Entre 1845 y 1847, por encargo del gobierno chileno, visitó Uruguay, Brasil, Francia, España, Argelia, Italia, Alemania, Suiza, Inglaterra, EEUU, Canadá y Cuba. En cada uno de estos países, se interesó por el sistema educativo, el nivel de la enseñanza y las comunicaciones. Todas estas impresiones las volcó en su libro Viajes por Europa, África y América. A fines de 1845 conoció en Montevideo a Esteban Echeverría, uno de los fundadores de la generación del ’37 y como él, opositor a Rosas y exiliado. Estando en Francia, en 1846, tuvo un raro privilegio: conocer personalmente al general San Martín en su casa de Grand Bourg y mantener una larga entrevista con el libertador. De regreso a Chile, incrementó su actividad periodística contra Rosas, lo que motivó que el gobernador de Buenos Aires solicitara dos veces la extradición de Sarmiento para juzgarlo por calumnias, cosa a la que el gobierno chileno se negó. Sarmiento pensaba que el gran problema de la Argentina era el atraso que él sintetizaba con la frase "civilización y la barbarie". Como muchos pensadores de su época, entendía que la civilización se identificaba con la ciudad, con lo urbano, lo que estaba en contacto con lo europeo, o sea lo que para ellos era el progreso. La barbarie, por el contrario, era el campo, lo rural, el atraso, el indio y el gaucho. Este dilema, según él, solo podía resolverse por el triunfo de la "civilización" sobre la "barbarie". Decía: "Quisiéramos apartar de toda cuestión social americana a los salvajes por quienes sentimos sin poderlo remediar, una invencible repugnancia". En una carta le aconsejaba a Mitre: "no trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos esos salvajes". Lamentablemente el progreso no llegó para todos y muchos "salvajes y bárbaros" pagaron con su vida o su libertad el "delito" de haber nacido indios o de ser gauchos y no tener un empleo fijo. La obra literaria de Sarmiento estuvo marcada por su actuación política desde que escribió en 1845: "¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo! (...) Facundo no ha muerto ¡Vive aún! ; está vivo en las tradiciones populares, en la política y las revoluciones argentinas; en Rosas, su heredero, su complemento. (...) Facundo, provinciano, bárbaro, valiente, audaz, fue reemplazado por Rosas, hijo de la culta Buenos Aires, sin serlo él, (...) tirano sin rival hoy en la tierra". Estos párrafos del Facundo nos muestran el estilo de Sarmiento. Facundo, a quien odia y admira a la vez, es la excusa para hablar del gaucho, del caudillo, del desierto interminable, en fin, de la Argentina de entonces, de todos los elementos que representan para él el atraso y con los que hay que terminar por las buenas o las malas. Sarmiento desde Chile alternó su actividad periodística con la literaria y educativa. En su libro Viajes (1849) se reflejan mucho más que las impresiones de un viajero atento y observador; allí se ocupó de lo que lo maravilla de los países que visita y que quisiera ver en su tierra. Pone el acento en el progreso industrial, el avance de las comunicaciones y de la educación. En su libro Argirópolis (1850) dedicado a Urquiza, expresó un proyecto para crear una confederación en la cuenca del Plata, compuesta por las actuales Argentina, Uruguay y Paraguay, cuya capital estaría en la Isla Martín García. El modelo de organización era la Constitución norteamericana y proponía fomentar la inmigración, la agricultura y la inversión de capitales extranjeros. Mantuvo fuertes polémicas con políticos y escritores de su tiempo, como Juan Bautista Alberdi, con quien no coincidía en apoyar a Urquiza. Esta polémica se expresó a través de sus libros. Alberdi escribió Complicidad de la prensa en las guerras civiles de la República Argentina y Cartas Quillotanas y Sarmiento le respondió con Las ciento y una y Época preconstitucional y Comentarios a la Constitución de la Nación Argentina.

En 1862 el general Mitre asumió la presidencia y se propuso unificar al país. En estas circunstancias asumió Sarmiento la gobernación de San Juan. A poco de asumir dictó una Ley Orgánica de Educación Pública que imponía la enseñanza primaria obligatoria y creaba escuelas para los diferentes niveles de educación, entre ellas una con capacidad para mil alumnos, el Colegio Preparatorio, más tarde llamado Colegio Nacional de San Juan, y la Escuela de Señoritas, destinada a la formación de maestras En sólo dos años Sarmiento cambió la fisonomía de su provincia. Abrió caminos, ensanchó calles, construyó nuevos edificios públicos, hospitales, fomentó la agricultura y apoyó la fundación de empresas mineras. Y como para no aburrirse, volvió a editar el diario El Zonda. En 1863 se produjo en la zona el levantamiento del Chacho Peñaloza y Sarmiento decretó el estado de sitio y como coronel que era, asumió personalmente la guerra contra el caudillo riojano hasta derrotarlo. El ministro del interior de Mitre, Guillermo Rawson, criticó la actitud de Sarmiento de decretar el estado de sitio por considerar que era una decisión exclusiva del poder ejecutivo nacional. Sarmiento, según su estilo, renunció. Corría el año 1864. A pedido del presidente Mitre, en 1864 viajó a los EE.UU. como ministro plenipotenciario de la Argentina. De paso por Perú, donde se hallaba reunido el Congreso Americano, condenó el ataque español contra Perú, a pesar de las advertencias de Mitre para que no lo hiciera. Sarmiento llegó a Nueva York en mayo de 1865. Acababa de asumir la presidencia Andrew Johnson en reemplazo de Abraham Lincoln, asesinado por un fanático racista. Sarmiento quedó muy impresionado y escribió Vida de Lincoln. Frecuentó los círculos académicos norteamericanos y fue distinguido con los doctorados "Honoris Causa" de las Universidades de Michigan y Brown. Mientras Sarmiento seguía en los Estados Unidos, se aproximaban las elecciones y un grupo de políticos los postuló para la candidatura presidencial. Los comicios se realizaron en abril de 1868 y el 16 de agosto, mientras estaba de viaje hacia Buenos Aires, el Congreso lo consagró presidente de los argentinos. Asumió el 12 de octubre de ese año.

Cuando Sarmiento asumió la presidencia todavía se combatía en el Paraguay. La guerra iba a llevarse la vida de su querido hijo Dominguito. Sarmiento ya no volvería a ser el mismo. Un profundo dolor lo acompañaría hasta su muerte. Durante su presidencia siguió impulsando la educación fundando en todo el país unas 800 escuelas y los institutos militares: Liceo Naval y Colegio Militar. Sarmiento había aprendido en los EE.UU. la importancia de las comunicaciones en un país extenso como el nuestro. Durante su gobierno se tendieron 5.000 kilómetros de cables telegráficos y en 1874, poco antes de dejar la presidencia pudo inaugurar la primera línea telegráfica con Europa. Modernizó el correo y se preocupó particularmente por la extensión de las líneas férreas. Pensaba que, como en los EE.UU., el tren debía ser el principal impulsor del mercado interno, uniendo a las distintas regiones entre sí y fomentando el comercio nacional. Pero éstos no eran los planes de las compañías británicas inglesas, cuyo único interés era traer los productos del interior al puerto de Buenos Aires para poder exportarlos a Londres. En lugar de un modelo ferroviario en forma de telaraña, o sea interconectado, se construyó uno en forma de abanico, sin conexiones entre las regiones y dirigido al puerto. Este es un claro ejemplo de las limitaciones que tenían los gobernantes argentinos frente a las imposiciones del capital inglés. La red ferroviaria paso de 573 kilómetros a 1331 al final de su presidencia. En 1869 se concretó el primer censo nacional. Los argentinos eran por entonces 1.836.490, de los cuales el 31% habitaba en la provincia de Buenos Aires y el 71% era analfabeto. Según el censo, el 5% eran indígenas y el 8% europeos. El 75% de las familias vivía en la pobreza, en ranchos de barro y paja. Los profesionales sólo representaban el 1% de la población. La población era escasa, estaba mal educada y, como la riqueza, estaba mal distribuida. Sarmiento fomentó la llegada al país de inmigrantes ingleses y de la Europa del Norte y desalentó la de los de la Europa del Sur. Pensaba que la llegada de sajones fomentaría en el país el desarrollo industrial y la cultura. En realidad los sajones preferían emigrar hacia los EE.UU. donde había puestos de trabajo en las industrias. La argentina de entonces era un país rural que sólo podía convocar, lógicamente a campesinos sin tierras. Y, para tristeza de Sarmiento, la mayoría de los inmigrantes, muchos de nuestros abuelos, serán campesinos italianos, españoles, rusos y franceses.

Entre las múltiples obras de Sarmiento hay que mencionar la organización de la contaduría nacional y el Boletín Oficial que permitieron a la población en general, conocer las cuentas oficiales y los actos de gobierno. Creó el primer servicio de tranvías a caballo, diseñó los Jardines Zoológico y Botánico. Al terminar su presidencia 100.000 niños cursaban la escuela primaria. Al finalizar su mandato apoyo la candidatura del tucumano Nicolás Avellaneda. El 22 de agosto de 1873 Sarmiento sufrió un atentado mientras se dirigía hacía la casa de Vélez Sarsfield. Cuando transitaba por la actual esquina de Corrientes y Maipú, una explosión sacudió al coche en el que viajaba. El sanjuanino no lo escuchó porque ya padecía una profunda sordera. Los autores fueron dos anarquistas italianos, los hermanos Francisco y Pedro Guerri que confesaron haber sido contratados por hombres de López Jordán. El atentado falló porque a Francisco Guerri se le reventó el trabuco en la mano. Sarmiento salió ileso del atentado y se enteró porque se lo contaron después. Al finalizar su mandato en 1874, Sarmiento se retiró de la presidencia pero no de la política. En 1875 asumió el cargo de Director General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires y continuó ejerciendo el periodismo desde La Tribuna. Poco después fue electo senador por San Juan. En esa época vivía con su hermana, su hija y sus nietos en la calle Cuyo, actual Sarmiento 1251. En 1879 asumió como ministro del Interior de Avellaneda, pero por diferencias políticas con el gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, renunció al mes de haber asumido. Durante la presidencia de Roca ejerció el cargo de Superintendente General de Escuelas del Consejo Nacional de Educación. En la época en que Sarmiento fomentaba la educación popular, el índice de analfabetos era altísimo. En el campo había muy pocas escuelas porque la mayoría de los estancieros no tenían ningún interés en que los peones y sus hijos dejaran de ser ignorantes. Cuanta menos educación tuvieran más fácil sería explotarlos. Pero Sarmiento trataba de hacerles entender que una educación dirigida según las ideas y los valores de los sectores dominantes, lejos de poner en peligro sus intereses, los reproducía y confirmaba. "Para tener paz en la República Argentina, para que los montoneros no se levanten, para que no haya vagos, es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñarles a todos lo mismo, para que todos sean iguales... para eso necesitamos hacer de toda la república una escuela." De todas formas le costó muchísimo convencer a los poderosos de que les convenía la educación popular y recién en 1884, logró la sanción de su viejo proyecto de ley de educación gratuita, laica y obligatoria, que llevará el número 1420. Una de sus últimas actuaciones públicas data de 1885. El presidente Roca prohibió a los militares emitir opiniones políticas. Sarmiento, que no podía estar sin expresar su pensamiento, decidió pedir la baja del ejército, y opinar libremente a través de las páginas de su diario El Censor. En el invierno de 1888 se trasladó al clima cálido del Paraguay junto a Aurelia Vélez, la hija de Dalmacio Vélez Sarsfiled, autor del Código Civil. Aurelia fue la compañera de Sarmiento durante los últimos años de su vida. Murió el 11 de septiembre de ese año, en Paraguay, como su hijo Dominguito. Pocos años antes había dejado escrito una especie de testamento político:

"Nacido en la pobreza, criado en la lucha por la existencia, más que mía de mi patria, endurecido a todas las fatigas, acometiendo todo lo que creí bueno, y coronada la perseverancia con el éxito, he recorrido todo lo que hay de civilizado en la tierra y toda la escala de los honores humanos, en la modesta proporción de mi país y de mi tiempo; he sido favorecido con la estimación de muchos de los grandes hombres de la Tierra; he escrito algo bueno entre mucho indiferente; y sin fortuna que nunca codicié, porque ere bagaje pesado para la incesante pugna, espero una buena muerte corporal, pues la que me vendrá en política es la que yo esperé y no deseé mejor que dejar por herencia millones en mejores condiciones intelectuales, tranquilizado nuestro país, aseguradas las instituciones y surcado de vías férreas el territorio, como cubierto de vapores los ríos, para que todos participen del festín de la vida, de que yo gocé sólo a hurtadillas".
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"No es posible quedarse a contemplar el ombligo de ayer y no ver el cordón umbilical que aparece a medida que todos los días nace una nueva Argentina a través de los jóvenes. No se lamenten los viejos de que los recién venidos ocupen los primeros puestos de la fila; porque siempre es así: se gana con los nuevos."

de

Pensamiento vivo

“La falsificación (de la historia) ha perseguido precisamente esta finalidad: impedir, a través de la desfiguración del pasado, que los argentinos poseamos la técnica, la aptitud para concebir y realizar una política nacional. Mucha gente no entiende la necesidad del revisionismo porque no comprende que la falsificación de la historia es una política de la historia, destinada a privarnos de experiencia que es la sabiduría madre.”
(...) “Pero se sigue adoctrinando sistemáticamente en la enseñanza de la historia para lo cual los réprobos son los que defendían la soberanía y los próceres los que la traicionaban para fines institucionales.”
(...) “Ese es el gran problema argentino: es el de la Inteligencia que no quiere entender que son las condiciones locales las que deben determinar el pensamiento político y económico.”

“El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza”
"Todos los sectores sociales deben estar unidos verticalmente por el destino común de la Nación (...) Se hace imposible pensar la política social sin una política nacional."

Arturo Jauretche

13 de noviembre de 1901 / 25 de mayo de 1974

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